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Investigación en Ciencias Sociales y Humanidades

Manuel Ferrer Muñoz. Día del maestro ecuatoriano: ¿algo que celebrar?

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Han quedado atrás los actos conmemorativos del Día del maestro ecuatoriano, que en algunas instituciones nacionales, como la Universidad Técnica del Norte (Ibarra), se acompañan de un jolgorio artificial que casa mal con la amable formalidad y el respeto que debieran caracterizar la figura del maestro (que, por cierto, es mucho más que un docente, y más también que un investigador).

En la universidad arriba citada, que conozco demasiado bien, siguen sin entender que importa más el empeño diario, silencioso y perseverante en el trabajo que el estruendo y la algarabía bulliciosa de los fastos a que es tan aficionado el señor de cabello teñido encaramado a su cúspide, cuya biografía tanto nos recuerda la del digno presidente de Rusia, Vladímir Putin. No se ensalza más la figura del maestro con infantiloides festejos de circo, incompatibles con la serenidad propia de una institución universitaria.

Resulta patético que, en vísperas de esa jornada dedicada al maestro, los estudiantes de la UTN fueran ‘invitados’ por los directores de carrera a que colaboraran económicamente con los festejos y a que prepararan actuaciones para los eventos que se sucederían a lo largo del día siguiente. Autoridades universitarias de la Técnica del Norte, ¡dejen de molestar a los estudiantes con la encubierta imposición de gastos superfluos para costear superfluos festejos, y tomen conciencia de que los recursos de las familias son más que limitados!, ¡respeten las horas de clase de los estudiantes y no les hagan perder más tiempo!

La UTN siempre competirá en desventaja con Hollywood, por mucho que al rector del cabello teñido le guste el espectáculo. Y también se equivoca ese señor del cabello teñido cuando cree que obligar a los docentes a que publiquen seis artículos al año en revistas indexadas es una meta asumible. Sólo una culpable ceguera o la cerrazón mental que deriva de la obsesión por ocupar mejor posición en el ranking de universidades ecuatorianas (con sus correspondientes contrapartidas económicas) explican la sinrazón de una exigencia insensata: porque muchos docentes desconocen la sintaxis española y tampoco saben a ciencia cierta qué es eso de la investigación; porque todos están saturados de clases; porque faltan espacios para el trabajo investigador, que requiere silencio y condiciones materiales que no existen; porque se les roba el tiempo que podrían dedicar a esa tarea con reuniones insustanciales…

A pesar del férreo control que el reciclado rector de la UTN ejerce sobre la institución a través de una compleja red de intereses creados y heredados, y una disciplina que parece inspirada en las prácticas ‘familiares’ de La Cosa Nostra, tal vez ese hombre de lustroso cabello teñido se haya equivocado de oficio. Sin duda disfrutaría más como empresario circense que como gestor académico.

¡Váyase, con la fiel compañía de su artificial cabello teñido y sus acólitos escuderos de la FECYT, y acometa esos apasionantes retos empresariales que aún le esperan! Fíjese en Donald Trump, que a la vejez cosechó tantos éxitos: la vida da para mucho, ¡quién sabe si hasta podría llegar a la Presidencia de la República! ¡No se corte!

Pero no vuelva ni se preocupe por designar a un heredero. La UTN se lo agradecerá.

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