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Investigación en Ciencias Sociales y Humanidades

Violeta Granera. La dictadura de Ortega caerá

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La más veterana de las recién liberadas asegura desde el exilio en EEUU que regresará «viva o muerta» a Nicaragua.

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La vida de Violeta Granera, siempre marcada por el compromiso social, dio un vuelco el 9 de noviembre de 1978 cuando la guerrilla sandinista mató a su padre, el senador liberal Ramiro Granera. Un año después el Frente Sandinista de Liberación Nacional tomaba el poder en Nicaragua. La familia se exilió en Guatemala y allí Violeta Granera, socióloga de formación y madre de cinco hijos, participó en la fundación de la Asociación de Mujeres Nicaragüenses. El asesinato de su padre le llevó a luchar por una Nicaragua sin violencia política. «La forma de honrarle, como pacifista y liberal que era, es trabajar para que en mi país deje de haber asesinatos como el suyo». Muchos consideran a Violeta Granera como un referente del camino de conciliación que habría de seguir Nicaragua. Condenada a ocho años por el régimen de Ortega y Murillo por «una conspiración para atentar contra la integridad nacional en perjuicio del Estado y la sociedad nicaragüense», Violeta Granera jamás dejó de creer en su liberación, como ahora confía en que Nicaragua será libre.

Volvió a Nicaragua en 1990, cuando Violeta Barrios de Chamorro ganó las elecciones presidenciales a Daniel Ortega. Firme defensora de los derechos humanos, primero fue directora de la Asociación Nacional Pro Derechos Humanos (APDH), y entre 1995 y 2002 directora ejecutiva del Grupo Fundemos y formó aparte del Banco Mundial para Nicaragua que supervisaba proyectos sociales. En 2006 se encargó de la dirección del Consejo Nicaragüense de Planificación Económica y Familiar (Conpes) y en 2007 del Movimiento por Nicaragua. En 2016 estuvo a punto de ser candidata independiente a la vicepresidenta junto a Luis Callejas, del Partido Liberal Independiente, pero el Consejo Supremo Electoral lo hizo imposible.

En 2018, cuando tuvieron lugar las protestas contra Ortega-Murillo, que se saldaron con más de 300 muertos, Granera participó en la Unidad Nacional Blanco y Azul y fue fundadora de Coalición Nacional, uno de los bloques opositores más sólidos. En la noche del 11 de junio de 2021 fue arrestada por la policía del régimen. Estuvo en El Chipote 600 días: cumplió 70 años encerrada. Era la presa política de mayor edad. El 9 de febrero de este año fue liberada. El régimen expulsó a 222 presos políticos a Estados Unidos y después los despojó de la nacionalidad nicaragüense. 

Desde entonces residen en Los Angeles con parte de su familia gracias al apoyo de Estados Unidos. También cuenta allí con la ayuda de la diáspora nicaragüense. España le ha ofrecido la nacionalidad, un gesto por el que está «agradecidísima», y pretende aceptar la propuesta cuando tenga la documentación en regla en Estados Unidos. También aceptará la nacionalidad chilena, por el origen de su madre, pero haga lo que haga Ortega seguirá siendo nicaragüense. «Hizo un ridículo mundial con esa decisión». Y volverá a su país. «Viva o muerta regresaré», dice con determinación en una conversación por zoom con El Independiente. Está convencida de que Nicaragua será libre.

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Está convencida de que volverá a Nicaragua. «La gente está sufriendo mucho y esto ha de terminar. Estoy muy esperanzada. Estamos pasando un momento muy duro pero no puede ser sostenible. Los Ortega-Murillo se han enfrascado en un camino pantanoso y se van hundiendo a cada paso que dan. Han cruzado todos los límites. Ya no están haciendo política, sino que están actuando con la rabia, el odio, la intolerancia y el desprecio a la dignidad humana. Y en Nicaragua tenemos un instinto de libertad. Hemos avanzado y seguimos de pie comprometidos y convencidos de que sí vamos a poder llegar a la meta, la liberación de Nicaragua”. 

Para Violeta Granera no hay imposibles. «Muchos creían que no nos liberarían. Valió la pena el encierro porque salieron muchos que llevaban más de cuatro años, por la resolución de la OEA de condena a Ortega y porque nos fortaleció en la lucha. Fue un favor divino a mi edad. Vemos que el régimen no está fuerte, tiene el control de la fuerza bruta, pero cada día tiene menos control de su propia militancia. Lo que hacen no está en la naturaleza de los nicaragüenses. No nos representan. Están dejando fuera a mucha gente, incluso los que han estado con ellos hasta hace poco. No sabemos ni el día ni la hora pero esta dictadura caerá. Trabajamos, desde dentro y fuera de Nicaragua, para conseguirlo con paciencia activa».

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