
Los nacionalismos fueron la pesadilla del siglo XIX y los causantes de guerras que llevaron el horror a muchos rincones de Europa. Apuntaba el siglo XX hacia su término, cuando los nacionalismos volvieron a teñir de sangre los Balcanes.
Adentrado el siglo XXI en su segunda década, reaparece el lobo, disfrazado desmañadamente con piel de oveja: aunque determinados personajes, como Clara Ponsatí, se empeñen en hacer trizas ese burdo disfraz (Manuel Ferrer Muñoz, director y editor de SAICSHU, Servicio de Asesoría sobre Investigación en Ciencias Sociales y Humanidades).
Destacamos aquí algunos pasajes significativos de un artículo de Mayte Alcaraz, publicado recientemente en El Debate.
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No olvidemos que Ponsatí, la consejera catalana que llenó de urnas ilegales los colegios en Cataluña el 1 de octubre de 2017, destila veneno por cada poro de sus recién cumplidos 66 años.
En marzo de 2020, cuando Madrid empezaba a sufrir los estragos de la pandemia, con decenas de muertos en sus morgues, esta fanática independentista, profesora de Economía en Escocia, escribió un tuit, mezquino donde los haya, en el que se burlaba del sufrimiento de los madrileños: «De Madrid al cielo», escribió con saña, y su amigo Puigdemont lo retuiteó, aunque enseguida corrieron ambos a borrar la ignominia.
El 26 de octubre de 2017, según relata en un libro que escribió el año pasado, cuando quedaban horas para la ilegal declaración de independencia, la hoy eurodiputada conminó a Puigdemont a que siguiera adelante, aunque corriera la sangre: «Con el planteamiento de no hacer nada si hay riesgo de muerte, no haríamos nunca nada», defendió.
Aunque es considerada en Junts como una de sus más intransigentes dirigentes (contraria al compadreo de ERC con Pedro Sánchez), nunca ha hecho ascos a vivir del erario español. Primero trabajó como investigadora en el CSIC y luego, en 2013, saltó a la palestra porque se beneficiaba de la cátedra Príncipe de Asturias en Georgetown, que le fue revocada por el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo, tras hacer apología del separatismo usando fondos españoles. El entonces jefe de la diplomacia de Rajoy manifestó que había que evitar que una cátedra española sirviera para alentar el proceso separatista. La sobrina del que fuera diputado socialista Raimon Obiols acusó al Gobierno de someterla a una «purga política».
Mientras sus compañeros estaban en la cárcel, Clara reconoció hace dos años que todo el proceso independentista fue un enorme farol, confesión favorecida por la inmunidad y la tranquilidad que le procuraba su vida regalada entre Bruselas y Estrasburgo, cobrando 107.000 euros como europarlamentaria. Ha traicionado hasta al Gobierno de Escocia, de donde escapó para trasladarse a Bélgica, lo que puso en serios aprietos a la Justicia del Reino Unido, cuando la de España reclamó su extradición.