
Cuesta creer que el autor de A la mierda, un desgarrador grito de hastío (no exento de ciertos atisbos de esperanza) ante las múltiples evidencias de que nuestras modernas sociedades dan auténtico asco, haya escrito los versos que aquí se reproducen cuando no han transcurrido siquiera dos semanas desde que decidiera apartar de su vida al manipulador y a los hombres de la guerra, a los iluminados, arrogantes, presuntuosos y falsos predicadores sociales, a los impostores de la intelectualidad y la Academia, a los tramposos y a los ambiciosos acaparadores, a los crueles explotadores y a sus esclavos consumistas, a los traficantes de ideas, a los mentirosos, estafadores y mercachifles.
No queda más remedio que rendir tributo a la fuerza transformadora del amor.
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Este es un día cualquiera,
tan especial como los pasados,
tan extraordinario como los venideros,
donde nuestra Palmera Faro nos guía el sendero.
Esta es una mañana cualquiera
de sones, isas, folías y malagueñas
cortejadas por revoltosas danzas originarias de ida y vuelta
compartidas sin límites hasta el agotamiento.
Esta es una tarde cualquiera,
rebosante de complicidad plena,
colmada de cuidadosas miradas en cada instante,
como si fuera el último día de nuestra existencia.
Esta es una noche cualquiera,
forjada bajo nuestras tres mágicas estrellas,
con sus días de sol y sus noches de luna llena,
donde Dos suman uno y Uno son dos.
Esta es una mañana cualquiera
de esbeltos nevados y serenos esteros,
de orquídeas perfumadas y centelleantes colibríes,
mano sobre mano, beso sobre beso.
Esta es una tarde cualquiera,
de presentes y consiguientes mañanas,
sin miedos, sin dudas,
habitada por ternuras imperecederas que reposan en nuestras almas gemelas.
Esta es una noche, una tarde y un día cualquiera,
Nuevo,
Único,
Especial.