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Investigación en Ciencias Sociales y Humanidades

Jacqueline Murillo Garnica. Soledad y olvido: la pandemia de las grandes urbes

1 comentario

Una de las mayores manifestaciones de la desigualdad y de la injusticia social es tener que vivir solo sin quererlo. El aumento de la población mayor en las grandes capitales en las últimas décadas ha generado una especie de epidemia.

Las causas de esta situación en los adultos mayores son múltiples y varían de acuerdo con las dinámicas de la sociedad que habitan; tales como las escasas o exiguas políticas de atención de los gobiernos, las migraciones internas y externas, el individualismo, el abandono y el olvido de la familia, la discriminación por la orientación sexual y la desaparición de la pareja, entre otras.

Vivimos más años, es cierto, la mayoría de éstos con mejor calidad de vida. Indudablemente, un logro social; sin embargo, a mayor longevidad, mayor riesgo que la soledad sea dificultosa cuando empiezan a aparecer los tres problemas de la edad senil: la autonomía, la perdida de la capacidad física y mental, la identidad, cuando es consciente de que ya no es quien era, y la de pertenencia; cuando sus congéneres se van muriendo y dejan de tener relaciones sociales. El impacto de estas problemáticas incide en el estado de salud de la población mayor. A medida que el adulto se sienta solo tiende a descuidarse en su alimentación, lo que incide en la baja de defensas y la propensión a contraer enfermedades.

Esas situaciones repercuten en el estado de salud de la población mayor, por consiguiente, es un problema de salud pública. Países como el Reino Unido, que en 2018 creó el ministerio de la soledad, luego el Japón lo instaura en el 2021. Otros países como Finlandia, que en el 2010 puso en marcha el programa; proyecto Pitkälä que consiguió mejorar el estado de la salud de la población mayor, y a su vez reducir la mortalidad de esta franja de la sociedad más vulnerable.

Steve Baly, cofundador de Friends Across the Ages, una organización que relaciona a los habitantes de las residencias geriátricas con voluntarios, con la proyección de establecer amistades a largo plazo y crear compromiso comunitario, ha dicho que “la soledad ya es el principal problema al que se enfrentan los residentes de los asilos de ancianos”, “Con la pandemia, el aislamiento y la soledad han aumentado de forma exponencial”.

El caso del Japón, con la población más longeva del mundo, casi el 30% supera los 65 años y cada vez son más los ancianos ya que las parejas jóvenes no desean tener hijos. La soledad en los mayores está causando estragos. Un estudio reciente reveló que este país asiático tiene más de nueve millones de personas que se sienten en total abandono. La situación es tal que en los últimos años crecieron los delitos menores cometidos por ancianos. Al analizar la problemática descubrieron que un 90% de los mayores acometían estas infracciones, no por necesidad, sino para poder ir a la cárcel y así sentirse menos solos. Aunque el Japón es uno de los países más avanzados en tecnología, esto no basta para que los ciudadanos no se vean afectados por una ola de suicidios y la afectación que padecen los ancianos por estar en completo desamparo.

El pasado mes de diciembre, el director de un hogar geriátrico de una ciudad de España llamó la atención de la comunidad, al lanzar una campaña de padrinazgo para los ancianos de ese lugar. Consistía en escribirle una carta a cualquiera de ellos, la intención era que recibieran misivas saludándolos por la navidad, ante la ausencia y el olvido de la familia. La campaña dio sus frutos y los residentes del hogar geriátrico leyeron decenas de cartas de todos los rincones de habla hispana. Apuestas como ésta que surgen ante la penosa soledad de los abuelos, y la vergüenza ajena como sociedad discriminatoria.  Insta a que el Estado asuma políticas contundentes como programas de bienestar para los ancianos en “sus años de feliz retiro”.

El término “adultos mayores” pareciera que le otorgara dignidad al anciano, no obstante, la realidad es contraria: la soledad y el aislamiento son las últimas estancias del ser humano. Los eufemismos solapan el hecho de que la vida no está diseñada para las personas más veteranas, incluso en Japón, con elevados estándares de desarrollo son invisibilizados. En alguna ocasión en la demolición de un edificio de una ciudad de ese país, encontraron el cuerpo de un anciano que llevaba años petrificado.

La población mayor aumenta cada vez más, y las grandes ciudades deberían diseñar espacios urbanos inclusivos para esta franja de la población como un requisito indispensable para la convivencia del ciudadano. Como otros grupos vulnerables de la sociedad, los espacios públicos no están diseñados para los ancianos. La paradoja contemporánea es que cada vez hay más personas que se sienten aisladas, a pesar de contar con todos los canales de comunicación. La soledad elegida no es lo mismo que la soledad no deseada: este aislamiento produce dolor y a su vez afecta la calidad de vida y salud, en especial a las personas mayores. A esta situación se le conoce como la epidemia silenciosa, pues suele vivirse en la intimidad del hogar.

El cine ha sabido retratar muy bien el drama que viven los ancianos. La película de Guiseppe Tornatore, “Everybody’s Fine” (Todos están bien), refleja la problemática de un anciano que padece la soledad y el abandono de sus hijos. Decide emprender un viaje para visitarlos y se encuentra con un mundo desconocido y una familia descompuesta. El arte también se nutre de la realidad y lo convierte en un producto que genere conmoción y sensibilización en el público que también está ávido de entretenimiento.

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Un pensamiento en “Jacqueline Murillo Garnica. Soledad y olvido: la pandemia de las grandes urbes

  1. Excelente articulo de Jaqueline. Todos caminamos hacia el final de camino y una sociedad que no tiene amor al projimo ni valora sus ancianos es una sociedad en ocaso. Recordemos la cita de la Biblia; Proverbios 16:31
    La cabeza canosa es corona de gloria, y se encuentra en el camino de la justicia.

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