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Investigación en Ciencias Sociales y Humanidades

Manuel Ferrer Muñoz. Civilizar la sociedad, despolitizándola

2 comentarios

Todavía hiere mi retina la ridícula, cosmética y postiza pose de un sonriente y simpático presidente de Gobierno, rodeado de encantadores viejecitos. Jugaban éstos beatíficamente a la petanca en un parque acordonado por la Policía del extrarradio de una ciudad castellana, temblando por el frío invernal, a la hora en que el resto del mundo estaba comiendo en sus casas, calentito, cuando acertó a pasar por allí, casualmente, ese ocioso y campechano presidente de Gobierno.

Después se supo que muchos de los amables ancianitos eran falsos jubilados, pertenecientes a la organización política que lidera aquel presidente de Gobierno; algunos de ellos ocupaban cargos en la estructura organizativa del Partido Socialista Obrero Español, mientras otros habían sido concejales por ese partido del municipio de Coslada, donde se produjo tan idílico encuentro.

Tan patético montaje fue exhibido como un encuentro fortuito que propició esa camaradería confianzuda entre un líder mundial, que acababa de regresar de la Conferencia de Davos, y un grupo de abueletes que no escatimó elogios a la habilidad con que ese político magnánimo se desenvuelve en el idioma de Shakespeare, y a su talento innato para el juego de la petanca. Tan emotiva debió de ser esa casual y feliz chiripa, que el digno y conmovedor presidente de Gobierno quiso registrar sus tiernos sentimientos en Twiter: “tras defender en Davos que aquellos que más tienen, más paguen, he pasado un rato entrañable con un grupo de pensionistas de Coslada”.

El político repartesonrisas envuelto en ropajes civiles remeda al lobo disfrazado de oveja de los cuentos infantiles, que busca sacar urgente provecho de la ingenuidad del prójimo, consciente de que cada vez son menos los electores que se dejan seducir por las hipócritas y siempre incumplidas promesas de candidatos en campaña. Afortunadamente, ya no cuela esa pantomima, únicamente aplaudida por los mismos escenógrafos y actores del teatrillo con que se pretende engañar a la ciudadanía.

El político profesional ha perdido todo su crédito en España y en la mayoría de los países del mundo. Y por eso corresponde a los ciudadanos la ingente tarea de desmontar la farsa y de dar la espalda a una ‘casta’ aprovechada y corrupta: tan corrupta y aprovechada, que los mismos que en sus primeros escarceos como formación política denunciaban ese ambiente viciado han sucumbido a sus encantos. Podemos ser tan sucios y desvergonzados como ellos, adoptando la mentira como enseña, despreciando a aquellos irredentos cuya simple mirada nos incomoda, disfrutando de las comodidades reservadas a esa rancia y envidiable estirpe antes vilipendiada y ahora respetable.

En nombre de la gobernabilidad se traicionan todos los ideales, se actúa de espaldas a la ética más elemental, se invoca el derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo para justificar la muerte de cien mil fetos en un solo año (sólo en España), con la trampa dialéctica de llamar interrupción del embarazo al asesinato de inocentes.

En nombre de una fantasmagórica Agenda 2030 y con el concurso de unos medios de comunicación a los que se ha atiborrado de dinero extraído del bolsillo de los contribuyentes se cuestiona la misma naturaleza del ser humano, con el deliberado propósito de alumbrar un nuevo hombre y una nueva mujer, amorales, desencarnados, desancorados del sentido de la familia: en último término, se aspira a la fusión hombre-máquina para deificar el resultado de ese engendro, que es la meta del transhumanismo.

La complicidad de la clase política con ese programa deshumanizador emplaza a la sociedad civil a movilizarse para preservar lo que aún no ha sido contaminado. Ese reto implica la certeza de que los tontos útiles, cooperadores de esos agentes políticos que obran exclusivamente persiguiendo su propio interés, denunciarán, acosarán, ridiculizarán a quienes rechacen los nuevos dogmas, con los adjetivos al uso: negacionistas, conservadores, retrógrados, fanáticos.

Pero más allá de los despreciables adjetivos se halla lo sustantivo: la coherencia con las propias convicciones, el respeto a la libertad de los demás, el empeño por preservar el tesoro de la familia, el amor conyugal, la satisfacción por el trabajo llevado a cabo con pasión y compromiso, el hondo sentido de la justicia en las relaciones sociales.

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2 pensamientos en “Manuel Ferrer Muñoz. Civilizar la sociedad, despolitizándola

  1. Impresionante la similitud de acciones que los politicos realizan para «mezclarse» con la gente normal y honesta, una manera que se ha extendido en todo Occidentes, pues en LA es tambien moda politica.
    Saludos

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