
«El hombre andaluz no es un hombre coherente, es un hombre anárquico. Es un hombre destruido, es generalmente un hombre poco hecho, un hombre que hace cientos de años que pasa hambre y que vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual. Es un hombre desarraigado, incapaz de tener un sentido un poco amplio de comunidad. A menudo da pruebas de una excelente madera humana, pero de entrada constituye la muestra de menor valor social y espiritual de España. Ya lo he dicho antes: es un hombre destruido y anárquico. Si por la fuerza del número llegase a dominar, sin haber superado su propia perplejidad, destruiría Cataluña. Introduciría en ella su mentalidad anárquica y pobrísima, es decir su falta de mentalidad» (Jordi Pujol, 1958).
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Así se expresó en su momento el que fue hombre fuerte del nacionalismo ‘moderado’ catalán. ¿Qué cabrá esperar de los exaltados que, saltándose la Constitución y el consenso nacional, quieren levantar un Estado catalán inmaculado y limpio “racialmente”?