
En un divertido artículo de Rafael del Moral se dedican los siguientes párrafos a esta “fiel practicante del arte de gruñir sin orden para dejar adulterada constancia de su autoridad”.
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A María Jesús Montero Cuadrado se le desparraman las palabras, le salen como ladridos de chiguagua. Desecha la ministra responder de manera sencilla, eso sería muy vulgar para ella que es tan lista, y prefiere recrearse dos minutos ante la cámara para lucir su verborrea. Es fiel practicante del arte de gruñir sin orden para dejar adulterada constancia de su autoridad. Se inspira en su mentor, Sánchez, maestro en mentiras y doctor en falsedades. La ministra es incapaz de contestar con destreza y certeza a cualquier pregunta y maneja su hábil izquierda siniestra para ajustarla a su conveniencia, aunque se escape por los pedregales. El entrevistador, cautivo del servilismo al régimen, no se enfrentará ni siquiera para subrayar que se ha ido por la tangente.
Es como si le solicitamos a alguien la hora y nos contesta que el tiempo pasa velozy la vejez se presenta para todos y todas antes de que los hombres y las mujeres lo adviertan. Por eso conviene que los individuos y las individuas aprovechen el tiempo, que no dejen que las horas pasen sin redimir a los pobres y a las pobras de sus carencias. Y que si bien con el cambio de hora perdemos una, luego la recuperamos. Por eso saber por dónde va el día es algo que no debe interesarnos, mejor hacer lo que debemos sin consultar. Por cierto, son las tres y cuarto. Pensaríamos, si cualquier persona contesta así, que ha perdido la chaveta, pero si es un político damos por bueno que, aunque en mal estado, la conserva.
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Como muestra de los acreditados méritos de la ministra para hacerse merecedora de su inclusión con letras de oro en el Catálogo de la Memoria Histriónica, estas perspicaces y precisas respuestas a una pregunta, en una rueda de prensa, sobre el número de fallecidos por el Covid-19 cuando el estado de alarma estaba próximo a su fin.