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Investigación en Ciencias Sociales y Humanidades

Carlos Bravo Regidor. Una entrevista con Daniel Innerarity: lidiar con el desconocimiento

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Daniel Innerarity es uno de los filósofos españoles más reconocidos de nuestra época. Recogemos aquí una entrevista sobre su último libro, La sociedad del desconocimiento (Galaxia Gutenberg, 2022). Nos gustaría destacar la importancia de estas reflexiones, que sirven de base para una explicación global de lo que Innerarity llama ‘la sociedad del desconocimiento’: si a finales del siglo XX nos vanagloriábamos de vivir en la sociedad del conocimiento, ahora, según Daniel Innerarity, nos percatamos de que vivimos en la sociedad del desconocimiento. Nuestra irreductible ignorancia se debe a la complejidad de los problemas políticos y sociales, a la deslegitimación de las instituciones de mediación (la prensa, la academia, la ciencia, los partidos políticos, los sindicatos) y a los riesgos ocultos de las tecnologías, entre tantas otras cosas.

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Carlos Bravo Regidor (CBR): El punto de partida de su libro, La sociedad del desconocimiento, es que estamos viviendo un cambio muy profundo, que nuestra era está definida por una transformación fundamental a la que usted llama, en un astuto juego de palabras, “la sociedad del desconocimiento”, ¿en qué consiste, a grandes rasgos, esa tesis?

Daniel Innerarity: Si tuviera que sintetizarla en una idea nuclear sería la siguiente: eso que llamábamos la “sociedad del conocimiento” tenía, a mi juicio, un concepto del conocimiento muy poco problemático, muy acumulativo, de tal manera que el conocimiento iniciaría, digamos, de la Ilustración en adelante, con un proceso en el que tendría lugar una disolución progresiva de nuestra ignorancia. Como consecuencia de múltiples crisis, de la complejidad social, de cierta perplejidad que el mundo contemporáneo produce en nosotros, más bien lo que nos encontramos ahora es que hay una ignorancia irreductible que tenemos que gestionar de alguna manera. No es una tesis pesimista ni derrotista, es simplemente algo que podemos y debemos hacer si queremos afrontar con cierto éxito las crisis de nuestro tiempo.

CBR: ¿Cuáles son las principales causas o motores de ese cambio que desemboca en la conciencia de que vivimos en una sociedad del desconocimiento?

Daniel Innerarity: Probablemente, lo más relevante —y aquí hablo desde el punto de vista de mi propia biografía, por la edad que tengo y la generación a la que pertenezco— es la conciencia de los riesgos. Por un lado, está la conciencia de que las tecnologías, desde la nuclear hasta los desarrollos de la inteligencia artificial, tienen una serie de impactos muy relevantes, aunque todavía no somos capaces de identificarlos muy bien.

No es casual que te hable de mi generación: yo me formé en Alemania con Ulrich Beck, el teórico de la sociedad del riesgo, y con la crisis de Chernóbil. Fuimos muy conscientes de que la contaminación viajaba, de los riesgos de la energía nuclear, de que las protecciones que teníamos eran insuficientes y de que estábamos entrando en un terreno muy enigmático. Desde entonces no hemos hecho más que encadenar una crisis tras otra, y eso nos ha puesto ante un fenómeno que se podría sintetizar diciendo esto: hay demasiadas cosas conectadas con demasiadas cosas de un modo que no es fácil de desentrañar.

En la Ilustración y en la Modernidad clásica podíamos hacer dos operaciones que son —o eran— de gran utilidad. Una, la asignación de responsabilidad, imputar o incluso culpar a una persona cuando había algo que funcionaba mal; y otra, a la hora de resolver un problema, la segmentación, la división del trabajo, la compartimentación, la estandarización. Pero esas dos operaciones funcionan muy mal a la hora de entender y gestionar el mundo en el que estamos.

Respecto a la primera, por supuesto que hay gente culpable y gente malvada, pero la dificultad es que hay más chapuza, desorden, incapacidad e ingobernabilidad que perversión. Con relación a la segunda, lo formularía de la siguiente manera: si queremos arreglar algo, lo tenemos que arreglar todo; no podemos ir por partes, como ha sido la estrategia habitual a la hora de gestionar un problema.

CBR: En los primeros capítulos de su libro usted introduce un par de conceptos que dan cuenta de la disrupción que ocasiona la sociedad del desconocimiento en la experiencia cotidiana, que aluden a ese “terreno muy enigmático” que mencionaba. Uno es el concepto de la “desintermediación”; el otro, el de la “desregulación del mercado cognitivo”. ¿A qué se refieren esos términos? y ¿qué relación guardan entre sí?

Daniel Innerarity: La desintermediación se refiere a la debilidad de las mediaciones y nos plantea un problema en la medida en que toda nuestra estrategia de organización del conocimiento, de militancia sindical, de compromiso político, incluso de experiencia religiosa, pasaba a través de unas instituciones poderosas que organizaban el conocimiento, que establecían orientaciones de acción e incluso la estabilidad de las propias organizaciones. El segundo concepto, la desregulación del mercado cognitivo, se refiere a la consecuencia que tiene la desintermediación, es decir, ahora tenemos un entorno informativo más bien caótico, muy poco organizado, lo cual hemos celebrado como un progreso, pero ¿por qué?

Porque hemos lamentado que partidos, iglesias, sindicatos, profesores y demás ejercieran esa mediación con sesgos y con una intención de dominio y, por tanto, nos ha parecido muy bien que ahora, gracias a Google, a la automedicación, a la experiencia religiosa singular, etcétera, podamos prescindir de esas mediaciones. Pero nos estamos dando cuenta, como en un efecto de rebote, de cómo esa experiencia de desintermediación, que tiene sin duda un primer efecto emancipador, al mismo tiempo puede provocar una sobrecarga en los sujetos.

Entonces aparecen todo un conjunto de patologías. La desorientación o, por ejemplo, la experiencia de que no hay una solidaridad sindical organizada, sino que más bien se nos considera a los trabajadores como empresarios de nosotros mismos o la automedicación, a veces abusiva y estúpida, o el hecho de que muchas personas sucumban ante la ilusión de que el conocimiento, en el fondo, es algo accesible, fácil, que se puede organizar sin ninguna disciplina, una palabra, por cierto, muy significativa, que hemos utilizado a la hora de organizar nuestro conocimiento.

Sabemos muy bien de lo que queremos huir: queremos huir del paternalismo cognitivo y eso está muy bien, pero probablemente estemos en un momento de desorientación que, por cierto, nos pone en manos de otras mediaciones más invisibles, como el algoritmo de Google, o de nuevas formas de dominio, más sutiles, que no estamos acostumbrados a combatir.

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