
“Fue el hombre que más luchó a lo largo del último medio siglo por la batalla cultural en favor de España, de su historia. Una batalla contra el adanismo, la mitificación de la historia y la tendencia cada vez más extendida de que España fue un invento de Franco”, recuerda García Cárcel, catedrático de Historia Moderna en la Universidad Autónoma de Barcelona, que gustaba llamar a su amigo «Fernando I, el Batallador», acordándose del famoso rey aragonés.
Su ingente obra escrita tuvo la particularidad de contar con el gran atractivo de la belleza de su narrativa. A Fernando siempre le gustó el mestizaje de la historia con el arte, tema por el que ganaría el premio nacional de Historia 2008, preferentemente con la poesía, siendo un gran lector de la generación del 27, pero buceando en los pensamientos de los grandes vascos del 98. La belleza de la exposición de sus escritos, su prosa elocuente en la defensa de España, también le hizo recalar en sus últimos años en la literatura, siendo autor de varias novelas. Consciente de la necesidad de la divulgación de la historia en la sociedad, para combatir las falsedades que encubrían algunos proyectos políticos, fue auspiciador de las Aulas de cultura vinculadas al Grupo Vocento y colaborador de multitud de fundaciones y asociaciones que desde la sociedad civil defendían la idea unitaria de España.
“La historia está hecha de luces y sombras, y la de España no es una excepción. Si ha engendrado tiranos y dictadores también ha dado personajes que no han sucumbido a las tinieblas y han sido leales a los fértiles valores del humanismo: reyes y poetas, músicos y artistas, ministros, pensadores, aventureros… de los que sentirnos plenamente orgullosos. Hoy impera la moda de juzgar el pasado según las coordenadas morales del presente. Y claro, eso no desemboca, únicamente, en la manía de derribar estatuas, sino que también nos aleja del conocimiento verdadero del pasado. Ningún gran personaje de la historia resiste la aplicación de las normas morales de nuestro tiempo”, sostenía García de Cortázar. Y es que “la historia debe cumplir una misión esencial: iluminar el pasado, sustituir los mitos, leyendas y falsedades por conocimiento verdadero”.
Así respondió García de Cortázar a una pregunta sobre lo que nos enseña la historia:
“Decía Walter Benjamín que el significado auténtico de la Historia sólo brilla en tiempo de peligro. La crisis que estamos viviendo no se limita al desorden de nuestro sistema financiero o al parón del crecimiento económico. Sufrimos también las consecuencias de una pérdida de pulso moral, de una relajación de nuestro vigor político, de una quiebra de nuestra conciencia de civilización, que ha tenido su expresión más clara en el aplauso al relativismo, en la ironía ante los principios, en el sarcasmo ante las ideas. Una civilización sólo se respeta a sí misma cuando da validez al pensamiento, distingue entre convicción y fanatismo y es capaz de invocar una verdad”.
Tal vez las palabras más hermosas que se han pronunciado a raíz de su fallecimiento sean éstas: “Fernando vivía la libertad y sufría su aniquilamiento”.
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