
Itinerario de los días que fueron, de reciente aparición, responde al empeño de Jacqueline Murillo por tratar de desentrañar la trayectoria histórica de Colombia durante el siglo XX. La autora, historiadora y brillante literata, pone su extraordinario talento y su fina sensibilidad al servicio de un compromiso ético: enfrentar a los colombianos con su propia imagen, tal y como se refleja en el amargo espejo de la cotidianidad, para alertar acerca del sinsentido que se ha apoderado de un territorio que, por múltiples razones, debería considerarse privilegiado.
El relato que sigue, “Desde la inocencia”, testimonia de modo hiriente el brutal abuso que padecen chicas menores de edad en aquel país hermoso, pero desmoralizado.
¿Será que quienes amamos con pasión ese espacio privilegiado hemos de enterrar cualquier esperanza, ante el cúmulo de sinrazones y de perversiones que jalonan su discurrir nacional?
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Jacqueline Murillo Garnica. Desde la inocencia
Mi nombre es Karina Alexandra, aunque realmente todos me llaman Karina. Mi mamá se ha esforzado por darnos todo lo que ella puede, y, sobre todo, nos ha dicho del respeto a los mayores, y de la importancia de no contradecirles y de obedecer sus palabras.
Me gustaba allá en el campo porque podíamos bañarnos en el río, y jugábamos a quién de los tres ganaba recogiendo caracoles y lombrices de la tierra. Mi hermano era el que más juntaba y se comía los caracoles, decía que eran ricos, yo prefería hurgar en los árboles y moverlos a ver si caían naranjas o guayabas, antes de que los pájaros se las comieran.
Aquí jugamos con otras cosas y vamos al colegio todos los días. Ya mi hermano está en otro curso y con mi hermana tenemos varios juguetes que nos regalaron en esta Navidad unos señores que van a la iglesia. Yo cogí una muñeca, y cuando ellos se fueron me quedé mirándolos, pero ellos no vieron que los miraba, es raro: aunque ellos no nos conocen ni juegan con nosotros, nos dieron regalos nuevos.
La semana pasada vinieron los mismos señores de la otra vez, pero esta vez mi mamá me dijo que me echara de ese colorete y usara esa falda que no puedo ponerme para ir al colegio. Todo ha sido muy rápido y ahora vienen con más frecuencia y ahora mis ojos se ven más grandes y mis piernas más largas, como las de las mujeres de las revistas que mi tío tenía debajo de las tablas cuando dormíamos todos en el rincón y hacía mucho frío.
Desde que se llevaron a mi mamá unos señores de verde, estamos esperando los tres en el lugar al que nos trasladaron, pero nadie nos ha dicho nada. Vienen varias personas y nos hacen preguntas y nosotros dibujamos lo que queremos. Aquí sí podemos jugar con otros niños. Ahora recuerdo que lo mejor de todo fue esa vez que aquellos señores me regalaron un celular, era de color rosado con muchas luces y tonos musicales; para merecerlo, sólo tuve que sonreírles cuando me tomaban fotos. Lo malo del caso es que después me lo quitó la señora que vino a llevarnos a los tres.
2 marzo, 2022 en 3:00 am
Unos pequeños cuadros del itinerario de los días, nos toca en lo más recóndito del sentir. Las historias de personas anónimas deben permanecer en nuestra conciencia para reconocer por medio de ellas, las más vergonzosas injusticias y el declive de una sociedad que ha perdido toda vergüenza, y no se inmuta ante la tragedia de los otros. Svetlana Alexiévich cerraba su discurso al recibir el premio Nobel en 2015: Una época llena de esperanza ha sido sustituida por una de miedo. El tiempo ha dado marcha atrás. El tiempo en que vivimos ahora es de segunda mano… A veces no estoy segura de que he terminado de escribir la historia del ‘hombre rojo’… Todos son muy queridos para mí. Pero en los tiempos que corren es difícil hablar de amor.