
Y surgen, inevitables, las preguntas: ¿por qué nadie toma cartas en el asunto y por qué la pasividad de los responsables de la educación?, ¿por qué se ha entregado la educación en manos de los políticos, que carecen de la imprescindible preparación?, ¿por qué el profesorado se resigna a ir tirando, instalado en su zona de confort, y se muestra dócil a sus superiores, sin atreverse a cuestionar nada, para no crearse problemas?, ¿por qué nuestros profesores no son felices, y nadie los toma en serio?, ¿por qué en países como España se persigue a quienes practican la educación en casa, cuando todos sabemos que nuestro sistema educativo es calamitoso?
Sí, la educación, tal y como se contempla en la mayoría de los países, es hoy un auténtico crimen. Y las víctimas de ese fracaso estrepitoso son nuestros niños.
¿Por qué dirigir la mirada hacia otro lado cuando éste es el más grave problema de nuestras sociedades?