
Como continuación de las reflexiones contenidas en la anterior entrada del blog –A vueltas con la idiotez– querríamos recomendarles el contenido de este audiovisual. El extracto que sigue ilustra sobre una de las tesis centrales en el argumentario de este politólogo argentino, que guarda una estrecha conexión con lo que se trató en aquel texto del blog.
Vale la pena seguir el vídeo en su integridad.
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Los jóvenes pasan más tiempo en las escuelas aprendiendo de curricula que están diseñados especialmente por burócratas, por políticos. Pasan años, por lo menos doce años entre la escuela primaria, la escuela secundaria… la universidad. Cuando hablamos de la generación de idiotas no estamos hablando de idiotas culturales, no estamos hablando de gente necesariamente ignorante. Estamos hablando incluso de gente perteneciente a las capas medias, medias altas y altas de la sociedad que ha sido imbecilizada en el marco de su formación educativa estatal, planificada por una clase política a la que conviene tener gente confundida. Porque, en las repúblicas bananeras, ¿qué le conviene a un político populista?, ¿le conviene tener un pueblo lúcido, que sabe bien de dónde viene, hacia dónde va, que tiene seguridad en sí mismo, que sabe lo que representa, que conoce sus capacidades?, ¿o le conviene tener una juventud que ni siquiera sabe si son hombres o mujeres? ¿Qué le conviene a un político que vende además pan y circo? Evidentemente acá hay una responsabilidad política estatal enorme, pero al mismo tiempo es tan sucia la política que hay ya un despertar libertario antiestatista de gente que ya está cansada de la clase política parasitaria, que está contagiando la rebeldía juvenil, la buena rebeldía, no esa rebeldía que sale a destruir monumentos, sale a destruir edificios públicos y privados, de quienes piensan que van a hacer la revolución por cantar un himno, o que piensan que van a salvar al mundo por tomar café en vaso de Starbucks.