
«Quiero la República para después, naturalmente, cumplir con nuestra obligación haciéndola derivar hacia la tendencia socialista». Francisco Largo Caballero, líder de la UGT y miembro fundador del PSOE desde los tiempos de la Restauración, dejaba así de claro el verdadero objetivo de la caída de Alfonso XIII -F. Largo Caballero ‘Escritos de la República’, (F. Pablo Iglesias)-. En abril de 1931 se había conseguido lo primero, para lo cual pactó con conservadores y católicos como Niceto Alcalá Zamora, Miguel Maura o Alejandro Lerroux, pero aquel comité revolucionario, convertido rápidamente en gobierno provisional de la II República, se iba a resquebrajar por la «izquierda». Antes lo había intentado el general Sanjurjo con un golpe fallido en el 32. No sería el último. Tras la resaca de la fiesta en las calles comenzó una guerra soterrada de cuatro años y otra sangrienta de cuatro más.
En estos días de exaltación republicana por el 90 aniversario de su proclamación cabe destacar que esta no fue obra sólo de la izquierda, sino de una amplia alianza liderada por un conservador católico, como era Niceto Alcalá Zamora, o Lerroux, cuyo republicanismo radical de la primera mitad de siglo derivaría a un centro derecha moderado en 1931. En realidad, el PSOE estaba partido en varias facciones y la UGT, su organización sindical, sólo se sumó por puro tacticismo. El supuesto binomio de una izquierda republicana y una derecha monárquica es un tanto cliché. No todo fue tan sencillo.