
Fraga era cabeza de Partido Judicial, tenía 7.480 habitantes en 1930 y pertenecía a la diócesis de Lérida. Su población se dedicaba mayoritariamente a la agricultura. Con motivo de la revuelta anarquista de diciembre de 1933, que fue importante en esta zona, la Guardia civil de Fraga se tuvo que emplear a fondo. También acudieron a reforzar tropas del Ejército acuarteladas en Lérida.
En abril de 1936, un suceso evidencia cuál era el ambiente: en el Centro de Izquierda Republicana, a un vecino se le cayó la pistola “encontrándose en un water” y se hiere la pierna izquierda. Si tenemos presente que en aquellos meses, grupos de izquierdistas actuaban atemorizando a la población, como auténticos grupos “paramilitares”, todo se explica mejor.
Los izquierdistas se hacen con el poder el 19 de julio. Ese día, o el martes 20, acordaron el alcalde de Fraga, Joaquín Viladrich -maestro- y José Alberola -maestro-, la constitución de un Comité revolucionario, que contó con una presencia bastante paritaria de las fuerzas del Frente Popular y anarquistas. Se pusieron guardias en las entradas y salidas y se procedió a poner cerco al cuartel de la Guardia civil, que se puso de su lado el día 21. Esa noche, el Comité revolucionario ultimó la lista de las detenciones a realizar para el día siguiente, además de interrumpir por completo la vida ordinaria, obligados por la huelga.
En la mañana del miércoles 22 comenzaron las detenciones de vecinos y sacerdotes de Fraga. A Salvador Galicia Castáñ le detuvieron a la hora de comer. Salvador Galicia recuerda aquel momento en que los milicianos llamaron a su casa y detuvieron a su padre: “Antes de una hora ya nos llamó un Piquete con sus fusiles, diciendo que venían a prenderle porque era de derechas e iba a misa. Se levantó sereno y tranquilo y como mamá lloraba, nos dijo: No lloréis, no me pasará nada, ya sabéis que nunca he hecho nada malo, quedaos tranquilas”.