
En la Guerra Civil iniciada en España el 18 de julio de 1936, pronto se puso de manifiesto la importancia de la aviación. La superioridad aérea del bando nacional y su eficacia en los bombardeos estratégicos previo a las principales operaciones terrestres tardó en verse contrarrestado por los republicanos. Pero estos y, sobre todo, sus asesores soviéticos, comprendieron la importancia del dominio en el aire e hicieron todo lo posible por mejorar la fuerza aérea roja. Entre estas medidas, una de especial importancia fue la de enviar jóvenes reclutas, seleccionados en el aeródromo murciano de San Javier, a que se formasen como pilotos en escuelas especializadas de la Unión Soviética. Desde diciembre de 1936 a enero de 1939, un total de 800 pilotos republicanos recibieron una formación intensiva durante seis meses en las escuelas militares soviéticas de Kirovabad, en Azerbaiyán, y Rogán, en Ucrania. El gobierno de la República pagaba todos los gastos ocasionados por los aspirantes a pilotos.
A comienzos de 1939 llegaban a la Escuela Militar de Kirovabad, los 180 ilusionados alumnos que habría de formar la cuarta promoción de pilotos republicanos españoles. Sometidos a una férrea disciplina que les impedía todo contacto con la población civil, la realidad social que apreciaron en la triste y depauperada sociedad azerbaiyana contrastaba con el ideal comunista que les habían inculcado tanto en España, como en la propia Unión Soviética desde que llegaron.
Mientras proseguían su formación, en España la caída de Cataluña al comenzar febrero de 1939 sentenció definitivamente la Guerra y el gobierno republicano salía para el exilio. Su presidente, el doctor Negrín se refugió en París en casa del embajador de España Marcelino Pascua. Este recomendó a Negrín una entrevista con el embajador soviético en Francia para tratar asuntos de interés mutuo, entre los cuales estaba solucionar la situación de los aviadores que, acabada la contienda, quedaban en la URSS. Accedió Negrín a entrevistarse con el diplomático soviético y en efecto se trató el tema de los aviadores españoles, pero ante la sorpresa de Pascua, el presidente del Gobierno republicano, ya en el exilio, se interesó por la vuelta de uno solo de los aviadores republicanos; Rómulo Negrín, su propio hijo. Este llegó al poco a París dejando atrás el “paraíso comunista soviético”, para viajar a los Estados Unidos desde donde, tras terminar sus estudios, se estableció definitivamente en México.