
Las elecciones de Ecuador aún no están definidas. Los candidatos que se disputan su pase a la segunda vuelta, que será en abril, acordaron un recuento parcial de los votos.
Es una novedad inusual en la política de mi país: dialogar, negociar y conciliar han sido palabras ajenas al diccionario de nuestra democracia por mucho tiempo. Los últimos cuatro años han sido una saga melodramática de disputa entre el presidente Lenín Moreno y su antiguo aliado y jefe, el expresidente Rafael Correa. Y antes, experimentamos los diez años de correísmo, caracterizados por polarización y caudillismo.
Así que cuando, al final del largo escrutinio inicial, Guillermo Lasso —el exbanquero de derecha que busca la presidencia por tercera vez y que terminó con una ventaja de más de 33.000 votos—, accedió a un diálogo con Yaku Pérez —el candidato de la izquierda indígena— y aceptaron un recuento, fue una sorpresa. Una buena señal que no debería esfumarse, especialmente después del cruce de trinos de ambos durante el fin de semana que apunta a desconocer lo acordado. No solo deberían respetar su inusual acuerdo, que es tan buena noticia en Ecuador, sino que deberían saber que una posible alianza los ayudaría a vencer al candidato que impulsa el correísmo.El recuento es una medida deseable en un país en donde el sistema electoral ha estado en entredicho y la palabra “fraude” ha sido recurrente en los procesos electorales. Hace cuatro años, el propio Lasso puso en duda la transparencia del Consejo Nacional Electoral cuando impugnó los resultados. Ahora, tras las votaciones del 7 de febrero, la palabra fue pronunciada por Pérez, quien parecía que pasaría a la segunda vuelta con Andrés Arauz, el aspirante que apoya Correa.