
Unos tiemblan y otros causan temblores.
El PP (Partido Popular), que ha disfrutado de largas y jugosas estancias al frente del Gobierno de España, suspira en los tribunales bajo la amenaza de un tesorero escaldado y resentido, dispuesto a no dejar títere con cabeza.
Entretanto, el Gobierno de coalición del PP (Pedro Sánchez-Pablo Iglesias) protagoniza un esperpéntico espectáculo de matriz hegeliana, y así lo ha apreciado La España que Reúne, un club de opinión por el entendimiento constitucional que congrega a políticos que han dejado atrás su actividad pública y a intelectuales de diverso signo. En un manifiesto refrendado por mas de doscientas firmas, titulado Cesar en la infamia: Pablo Iglesias debe ser destituido, se pronuncian en contra de las temerarias declaraciones del vicepresidente 2º del Gobierno, que ha cuestionado de modo irresponsable la normalidad democrática de España.
En efecto, resulta inaudito que, en el seno del propio Ejecutivo, se expresen voces opositoras -las de Podemos– que claman contra las más importantes iniciativas legislativas de sus socios. Y no sólo eso. Llegan a cuestionar incluso la vigencia del Estado de derecho.
Sólo la presencia al frente de ese engendro de Gobierno de un personaje de la talla moral de Pedro Sánchez explica que se perpetúe aquel sinsentido, que ridiculiza al Reino de España ante los otros Estados miembros de la Unión Europea y compromete gravemente la llegada de los fondos comunitarios que deberían posibilitar el comienzo de los trabajos de reconstrucción de la economía nacional, destrozada por el coronavirus.
Mientras el funambulista y el chantajista siguen practicando sus indignos juegos partidistas, la ciudadanía asiste, estupefacta, a tan degradantes escenas y espera -incrédula- que el creciente clamor por la destitución del golfo de Vallecas, hoy Marqués de Galapagar, propicie el advenimiento de una política de Estado, no dictada por miserables y mezquinas miras electoralistas.