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Investigación en Ciencias Sociales y Humanidades

Manuel Wallace Moreno. Sobre el PSOE y Miguel de Unamuno

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Estaba reflexionando sobre la película de Alejandro Amenábar Mientras dure la guerra. Desde el principio me interesó mucho saber quién o quiénes habían escrito el guión, y leí que habían sido el propio Alejandro Amenábar y Alejandro Hernández. Me interesaba, porque las películas históricas no suelen ser muy fiables en cuanto a la realidad, a la veracidad de los hechos sobre los que tratan, y no me refiero sólo al cine de Hollywood.

La película ha intentado contentar a los dos bandos enfrentados en la guerra civil, algo que estaba abocado al fracaso y más hoy día con la política sectaria y frentista de los dos últimos dirigentes socialistas, Zapatero y Sánchez; como diría Unamuno, han intentado contentar a los “hunos” y a los “hotros”. El resultado, en mi opinión, ha sido muy poco “feliz” y creo que ha contentado a muy pocos.

Yo no conocía esta reflexión sobre el PSOE de D. Miguel de Unamuno, pero la entiendo perfectamente porque refleja lo que es el PSOE o al menos, para ser más exactos, una parte de este partido; es eso que siempre se ha llamado las “dos almas del PSOE”, una democrática, dialogante, y otra sectaria, intransigente, y muy poco democrática. Y esa existencia de las “dos almas” ha sido el origen, en mi opinión, de muchos de los males que han afectado a nuestro país con las consecuencias que todos sabemos. Porque en la destrucción de la II República y el desencadenamiento de la Guerra Civil hubo muchos responsables, en un lado y en el otro, derecha e izquierda pero, desde mi punto de vista, más en la izquierda que en la derecha. Si se estudian, sin apasionamiento, con objetividad, los hechos sucedidos durante la II República y particularmente los meses que van desde febrero de 1936 hasta julio de ese año (e incluso antes del 36), se ve claramente la responsabilidad de aquel partido. Para el régimen de Franco, la “bicha” era y fue siempre el PCE, los comunistas; pero el PCE, en mi opinión, tuvo poca responsabilidad en el estallido de la guerra, aunque sólo fuese porque tenía muy poco poder durante los años que van desde 1931 hasta 1936; pero el PSOE sí la tuvo y podía haber evitado esa guerra tan cruel.

Durante los dos primeros años de la II República (1931–1933), el llamado “Bienio Progresista”, el PSOE colaboró con la Izquierda Republicana de Manuel Azaña; al producirse los sangrientos sucesos de Casas Viejas, esa colaboración llegó a su fin. El partido se hallaba dividido entre el sector más radical (el llamado sector “bolchevique”) y el más moderado de Besteiro. Eran las dos almas del PSOE, algo típico en este partido; en el “bolchevique”, sus máximas figuras eran Largo Caballero e Indalecio Prieto y en el moderado, Julián Besteiro. Para Largo Caballero, la colaboración con los “burgueses” de la Izquierda Republicana había llegado a su fin y por eso, en un mitin celebrado el día 1 de octubre de ese año 1933, dijo lo siguiente: “Nuestro partido es revolucionario y cree que debe desaparecer este régimen”. Largo Caballero, que recibiría el nombre de «Lenin español», propuso crear un “espíritu revolucionario” en las masas y defendió la dictadura del proletariado.

He escrito que en el sector “bolchevique” del partido sus dirigentes más conocidos eran Largo Caballero e Indalecio Prieto, pero me gustaría hacer una matización y, en todo caso, una aclaración a lo escrito. Es cierto que Largo Caballero e Indalecio Prieto, socialistas ambos, representaban dos tendencias divergentes dentro del movimiento socialista; eso lo admito. También puedo en su caso matizar su, para mí, “pertenencia” al sector bolchevique del partido, algo sobre lo que historiadores, analistas políticos y escritores tienen opiniones enfrentadas. Pero en aquel clima de enfrentamiento dentro del partido, Prieto no estuvo con el grupo de Besteiro al que sí podemos considerar moderado en aquellos años de la II República.

Es también cierto que, en aquellos años críticos de la II República, Largo Caballero predicó la revolución violenta, por lo que su contribución al clima de extremismo político fue masiva e imperdonable; pero también es cierto que Prieto, más moderado que Largo Caballero y, sobre todo, más inteligente, mantuvo en algunos momentos posturas extremistas para competir con él. Y es verdad que en 1936 trató, casi desesperadamente, de detener el alud de violencia que estaba desencadenándose; incluso, cuando ocurrió lo peor, intentó evitar que la República cayera en manos de los comunistas, en cuyo aliado se había convertido Largo.

Yo acepto que la violencia y la asociación con el comunismo que preconizaba Largo Caballero terminaron, al final, enfrentando a los dos. Pero también es verdad que Indalecio Prieto estuvo involucrado en la preparación de la revolución y el intento de derribar la República en octubre de 1934, que causó una verdadera sangría y destrucción en Asturias; una revolución de “estilo” soviético y que la mayoría de los historiadores consideran como la antesala de la guerra civil. Eso hay que reprocharle a Prieto y el reproche es muy grave y, por eso, yo no puedo considerarlo moderado en la línea de Besteiro; y de hecho no estuvo con él.

En las elecciones de 1936 el PSOE obtuvo sólo 60 diputados, bajando desde los 113 de 1931, pero eso no desanimó a los dirigentes socialistas, pues, a pesar de ese resultado, el partido había conseguido mantener sus sólidas organizaciones. Para los del sector “bolchevique”, lo importante era continuar la “doctrina oficial” del partido que no era otra que la de crear un régimen muy similar al de Stalin en la Unión Soviética.

Pero no todo iba a ser fácil para Largo Caballero e Indalecio Prieto, porque el otro sector del partido, la otra “alma”, opuso una fuerte resistencia ante el radicalismo y la barbaridad que preconizaba la línea “bolchevique”; este sector estaba dirigido por Julián Besteiro y se había hecho fuerte en el sindicato UGT. Amaro del Rosal, uno de los líderes de la línea radical, lo describe con mucha claridad: “En la historia del Partido Socialista no existe antecedente de una línea ideológica tan agria, tan violenta, en su fondo y en su forma”.

Por su parte, Besteiro, acusaba al periódico del partido de “envenenar” a los trabajadores y seguir la línea bolchevique de la Unión Soviética; y a sus redactores y los otros dirigentes les lanza esta acusación: “Por ese camino de locura, decimos a la clase trabajadora que se la lleva al desastre, a la ruina y en último caso se la lleva al deshonor. Vais a llegar al poder, si llegáis, empapados y tintos en sangre y, al final, para emprender luego otra lucha contra la CNT”.

Al final, como ha sucedido más de una vez en España, se impuso la línea más intransigente, la más radical, la peor para el partido…y para el país. Vencieron Largo Caballero y Prieto; perdió Besteiro y sus compañeros moderados, que fueron apartados de cualquier poder efectivo en el partido y el sindicato. Y al final, como es sabido, Besteiro tuvo el valor y la dignidad de permanecer en Madrid cuando entraron las tropas nacionales, lo que le costó ser encarcelado; Largo Caballero y Prieto se marcharon, se quitaron de en medio. Y Prieto muy bien “surtido” con el tesoro del yate “Vita”, producto del pillaje, el saqueo y el robo del contenido de las cajas de seguridad del Banco de España, y no sólo. Entre los afectados por el expolio, quien fuese presidente de la II República, Niceto Alcalá Zamora. No hace falta decir más.

Esto está también en el ADN del PSOE, que no ha querido, sabido o podido desembarazarse de esos sus “demonios familiares”. Por eso no nos puede extrañar la deriva del PSOE actual desde Zapatero…o quizás antes. Porque en el actual PSOE, en su ADN, está el gobernar y gobernar…siempre. Es un partido que tiene unos dirigentes y militantes que piensan que tienen “una especie de derecho divino” a gobernar siempre; ya lo vimos cuando la noche del día de las últimas elecciones andaluzas: la cara de funeral de Susana Díaz; de funeral y de incredulidad, porque ¡cómo era posible que en Andalucía el partido hubiera perdido las elecciones!

Y así hemos llegado a donde hemos llegado por aquello que llaman “la erótica del poder”, que tanto gusta a los dirigentes del PSOE. El poder, siempre el poder. El poder de tener el BOE en sus manos, el poder de su relación con las empresas del IBEX, el poder de tener el control de muchos de los medios de información, como cadenas de TV, emisoras de radio, periódicos (aquel inefable cañón Bertha ¿lo recordamos?). Y para ello el actual presidente Pedro Sánchez (bien acompañado por Pablo Iglesias), un presidente que en absoluto se puede homologar con los otros dirigentes socialistas europeos, no ha dudado en hacer dos cosas: 1) por un lado, una purga política de corte estalinista en las cadenas públicas de TV, purga que ha expulsado de las mismas a todos aquellos profesionales no adictos, convirtiendo a estas cadenas de TV en la TV del PSOE y del Gobierno; y por otro 2), pagando un dinero, no treinta monedas, no; pagando diez millones de euros la Primavera del 2020 a las cadenas privadas de TV más conocidas de nuestro país, para que silenciaran su nefasta gestión de la pandemia. Un círculo perfecto: por un lado, el CORRUPTOR (el Gobierno) y por otro el CORRUPTO (las cadenas de TV).

Termino: el PSOE no es un partido socialista al uso; quiero decir al “uso europeo”; todavía en 1979 se declaraba marxista. Y fue ese año cuando lo abandonó, no sin resistencias por los defensores de “las esencias” del partido; pero a pesar de ese abandono, como mínimo ha quedado un «rescoldo». Nada que ver con los partidos socialdemócratas europeos que ya habían tomado la decisión muchos años antes sobre que se podía ser socialista sin ser marxista. Así nació la social democracia europea. Y de ella tiene mucho que aprender el PSOE.

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