
Madrid ha sido escenario principal de los grandes cambios políticos en la España contemporánea. En julio de 1936, sus calles se convirtieron en virulenta geografía de la reacción de quienes se propusieron defender a la República frente al alzamiento militar. Durante los tres años de asedio de Madrid por los sublevados, la capital de España también se convirtió en territorio de una de las mayores persecuciones que ha sufrido la Iglesia en nuestro tiempo. Madrid se llevó la palma en cuanto al número de víctimas. Ahora, por ejemplo, es la ciudad de España que cuenta con el mayor número de sepulcros de los santos mártires. En 32 lugares distintos se conserva la memoria de 318 santos mártires.
No olvidemos los datos. En 1936 los sacerdotes diocesanos de Madrid eran 1.118. En concreto, y según las últimas investigaciones publicadas, murieron en Madrid víctimas de la persecución religiosa de los años treinta 427 sacerdotes y seminaristas diocesanos. De ellos, 355 residían habitualmente en Madrid. Los 72 restantes eran de otras diócesis, pero se encontraban circunstancialmente en la capital de España. Se asesinó a 1 de cada 3 sacerdotes. ¿Qué ha tenido que ocurrir para que lo que se vivió en un tiempo no muy lejano haya pasado inadvertido historiográfica y litúrgicamente hasta el presente?