
Los siguientes fragmentos, tomados de vozpópuli, alertan sobre la pretensión de restaurar la censura en España.
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En Moncloa [sede de la Presidencia de Gobierno] se pone en marcha un comité para vigilar a los medios e imponerles una verdad institucional. Lo que más llama la atención sobre este particular es su intento de parapetarse tras una especie de exigencia o mandato de la Unión Europea, algo que no es cierto. El Gobierno motiva la necesidad de crear el comité con fundamento en dos planes de acción: uno aprobado en diciembre de 2018 con el objetivo de combatir las campañas de desinformación de cara a las elecciones europeas de 2019 (especialmente las provenientes de terceros países, como Rusia), y otro llamado ‘European Democracy Action Plan’, que ni siquiera tiene todavía el visto bueno de las instituciones de la UE, por las dudas que suscita su encaje legal.
Así que la propia creación de este comité con sede en Moncloa es el mejor ejemplo de esa desinformación que dicen que pretenden perseguir, porque las razones en las que se sustenta su fundación son falsas.
El momento elegido tampoco es baladí: han esperado para poner en marcha el susodicho comité gubernamental a que se aprobase la prórroga del estado de alarma. Sí, esa que confiere al Ejecutivo un poder casi omnímodo para limitar derechos y libertades durante nada menos que seis meses.
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De todas formas, ninguno de estos planes europeos habilita a Moncloa a mover los hilos de la prensa patria (más de lo que ya lo hace) para dirigir la información y controlar así nuestro pensamiento, que es lo que verdaderamente se pretende con la orden ministerial. Esto no va de luchar contra las fake news, sino de institucionalizar una verdad gubernamental que no admita réplica.
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Ese proyecto, que pretende controlar el contenido editorial de los medios, constituye una iniciativa controvertida que ha provocado una templada tormenta entre algunos profesionales, ciertos políticos y jueces.
El jueves 5 de noviembre vio la luz en el BOE lo que los propagandistas de La Moncloa bautizaron como ‘Procedimiento de Actuación contra la Desinformación’ […], artefacto tras el que se oculta algo tan simple y elemental como un intento por controlar y maniatar la libertad de expresión y de información. El ‘Ministerio de la Verdad’ lo llama ya el sector de la sociedad que aún es capaz de escandalizarse.
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Hubo críticas, en efecto, que La Moncloa intentó disipar con su mentira favorita. «Es cosa de la UE», decían algunos ministros, voceros, tertulianos del régimen y cacatúas de Ferraz. Argumento tan falso comoel del IVA de las mascarillas, que esgrime con feliz desparpajo la ministra de Hacienda, musa de falsedades y portavoz de todos los embustes.
El caso es que los sensibles detectores de arranques totalitarios que tienen instalados en Bruselas lanzaron una señal de alarma. Un portavoz de la Comisión advirtió que mucho cuidado con aprovecharse del estado de alarma vigente en España hasta mayo para colar de rondón medidas que pretenden cercenar libertades y acogotar principios democráticos. Era el segundo aviso de Bruselas. Ya había mostrado su perplejidad ante el intento de tomar al asalto la cúpula de los jueces, en otra sorprendente escaramuza que, por cierto, aún sigue viva.
El pescozón de las autoridades europeas apenas molestó a Iván Redondo [jefe del Gabinete de la Presidencia del Gobierno]. Mera palabrería, burocracia bruselense, los aspavientos de rigor que incluso luego fueron matizados con un fraseo comprensivo y diplomático. La ofensa y, por ende, la irritación de Redondo vino del lado de los directamente aludidos, es decir, de los medios y muy en particular, de un par de los considerados ofuscadamente sanchistas, descaradamente gubernamentales y repugnantemente serviles con el poder. Una tele y un diario, intachables en su enconada defensa de los postulados del poder, deslizaron tibiamente alguna inquietud ante estos propósitos del Ejecutivo. Telefonazos, indignación y advertencias fueron la respuesta airada desde Moncloa. Hasta ahí podíamos llegar.
Para redondear el enojo del Rasputín de La Moncloa, emergieron con vocación de necedad algunos disparatados comentarios en boca de unos cuantos ministros, que apenas distinguen un decreto de un orto, y que se empeñaron en justificar la medida. «Estos maulas no saben ni atarse los zapatos y pretenden explicar lo de la la desinformación», comentan en el entorno más próximo a Iván. Unos decían que es para frenar a los rusos, otros que para que la gente no beba lejía; Garzón, aseguraba que «mucha gente se cree las mentiras y las mentiras se convierten en lo más votado», lo que se entendió, naturalmente, como una crítica tan torpe como acerva al taimado Sánchez, rey del embuste y quintaesencia de la falsedad.
Iván Redondo, cuentan en ese círculo infernal de la oficina de Presidencia, se mosqueó un poco. Cierto que bordeó la ira, también. Pero se le pasa rápido, al fin y al cabo sabe que hasta los más críticos se tragarán raudo su feliz ocurrencia de homenajear la censura franquista con su artilugio tramposo. Se lo tragan todo. La interminable alarma, las mascarillas truchas, el asalto a la Justicia, a RTVE, al CIS, al BOE, los pactos con Bildu, los indultos a los golpistas, el destierro del castellano en Cataluña, el atropello a la Corona, las ofensa al Rey, las colas del hambre, las burlas republicanas del moños y hasta los 60.000 muertos. Una sociedad entre anestesiada y aterrorizada de la que ni Iván ni su presidente tienen nada que temer. Tan sólo alguna salida de tono, una mínima recriminación que le provoca una comedida ira, un mero desahogo profiláctico y banal. Esto se arregla con un par de vacunas de Pfizer, el nuevo señuelo de Moncloa para hipnotizar idiotas.
Acceso a los textos, en su fuente original:
https://amp.vozpopuli.com/opinion/pedro-sanchez-tirano_0_1408059266.html
https://www.vozpopuli.com/opinion/ivan-redondo-desinformacion_0_1408659443.html