Recogemos este artículo, publicado en El Español, que viene a confirmar la tan extendida confusión entre enseñanza y educación. Ésta no puede reducirse, en absoluto, a la adquisición de unos conocimientos, ni será más exitosa por la simple mejora de las tecnologías.
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La digitalización forzada a la que se vio sometida la educación española en los meses más duros de confinamiento dejó a la luz las muchas carencias de nuestro sistema educativo en su dimensión física: falta de infraestructuras, dispositivos y conectividad en condiciones de igualdad.
Hoy, con la vuelta al cole y el regreso de los niños y jóvenes a las aulas, esa escasez de recursos, que ya se puso de manifiesto entonces, se hace aún más palpable y debería ser el acicate para, de una vez por todas, adoptar las medidas oportunas que nos permitan, como sociedad, encarar los desafíos del futuro.
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Los retos a los que se enfrenta el sistema educativo español son, por tanto, de diversa naturaleza, como así lo han corroborado diversos estudios. De todos ellos, la digitalización deber ser una prioridad. Y ello pasa, en primer lugar, por fijar una serie de procesos de alfabetización mediática que se adapten a las nuevas formas de aprender y acceder al conocimiento de las nuevas generaciones, aquellas a las que denominamos nativos digitales, con el objetivo de que puedan desarrollarse a nivel personal, académico y profesional con el mayor aprovechamiento tecnológico.
Para alcanzar este propósito, es fundamental que se orienten los currículos hacia la incorporación de las más avanzadas tecnologías en el aprendizaje fuera y dentro del aula. Pero también lo es que se realice un profundo ajuste de las estrategias metodológicas de los docentes, lo que incluye el uso de las TIC y el desarrollo de las competencias digitales, así como el trabajo colaborativo, las habilidades para buscar información de calidad y la capacidad de adaptación a las novedades tecnológicas.