Presentación a cargo de Martín Rodas
La isla de Cuba ha sido un referente imprescindible en nuestra formación cultural, social y política. Recuerdo mis épocas en la universidad cuando rumbiábamos con sones y salsa vieja antillana en sitios clásicos como La Fania, Tico Tico, La Bamba, El Paragüero, la legendaria taberna Kien o en las casas de nuestros compañeros de estudio. En estos territorios las conversaciones estaban amenizadas por El Gran Combo, La Fania All Star, Héctor Lavoe, Celina y Reutilio y muchos de los mejores artistas del son.
Las tertulias siempre tenían un cariz político, con alusiones a Cuba y su revolución, temas que siempre hacían parte de nuestras agendas. El Che, Fidel y Martí eran nuestros guías y alimentaban esas ansias de libertad y lucha social que enardecían nuestros corazones jóvenes y ardientes (en todos los sentidos).
Cuba se convirtió para nosotros en la utopía que reflejaba una isla encantada que había tenido la valentía de rebelarse contra el imperio y que estaba habitada por unos seres maravillosos que desde al arte y la cultura hacían resistencia a los embates del mismo, herido en su orgullo y soberbia.
Entre los tertuliantes de esas interminables y gozosas jornadas se encontraba Jairo Hernán Uribe Márquez, compañero de estudios de Derecho en la Universidad de Caldas, y quien con su experticia en las músicas latinoamericanas, especialmente las de Cuba, nos daba lecciones magistrales sobre melodía cubana, de la cual es gran admirador.
Con Jairo he tenido una amistad larga y profunda que nos ha llevado a ser cómplices en múltiples proyectos nimbados de locura creativa reflejados en producciones audiovisuales, literarias, editoriales y de diversa catadura intelectual y vital. Ahora él nos brinda un hermoso texto en donde conjuga sus experiencias y conocimientos sobre Cuba desde experiencias familiares, intelectuales y sobre todo humanas, en donde las vivencias son la clave para desarrollar un hilo que se entrelaza bellamente en imágenes poderosamente evocadoras del impacto que ha tenido la isla en nosotros, y en el alma de Jairo Hernán, especialmente.
“A los amigos (‘caballeros de la fortuna’)/con quienes renovamos el pacto de nuestra amistad pirata/una noche de tragos en el bar-eto-1” es la dedicatoria del autor en el libro y que resume un sentimiento que se labró a golpes de tambor, maracas, guacharaca y corazón… como un tam, tam… que sigue resonando desde aquellos memorables tiempos en que la revolución estaba ad portas y que por cuestiones que todavía me son difusas se quedó en las goteras de Manizales esperando a que algún adalid discípulo del Che, de Fidel o de Martí llegara con su orquesta, “mandar a parar y acabar la diversión” de la perversa y sempiterna injusticia que todavía campea en nuestros territorios y sufrido pueblo.
Una de las prolíficas actividades de Jairo la ejerce como bloguero de su página Babelia, mediante la cual presenta de manera permanente información y contenidos culturales de la escena local, regional, nacional e internacional; en este sitio se puede acceder al contenido del libro mediante el acceso abierto y sin ninguna restricción.
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Zaguán
Un día de febrero, viernes de carnaval, un amigo vino a deshacer un antiguo idilio. Vino a contarnos su experiencia personal de la Cuba fallida, la Cuba derrotada, la Cuba postrada y podrida. Pero también vino a pedirnos una explicación (o por lo menos una ilustración) sobre nuestra persistencia en las leyendas doradas de la isla, su hechizo inveterado, la magia imposible (pero omnipresente) de su iconografía y de sus músicas y todas nuestras arbitrarias nostalgias. Es por eso que me propongo reescribir y reinventar algunas de mis memorias con fondo cubano para ofrecérselas a este paisano incrédulo, a fin de poder gritar: ¡Cuba existe, carajo!