Recordad: polvo sois… Luego de algo hay que morir. Y mejor morir con tranquilidad que por terror o por pánico.
Recordad la anécdota.
Un campesino se cruzó con la Muerte y le preguntó: -¿Dónde vas con tanta prisa? -Voy a tu pueblo a matar a veinte personas de peste, le respondió la Muerte.
El campesino prosiguió hacia su chacra (huerto), mientras la Muerte acometía su macabro trabajo.
Ya de anochecida, el campesino regresó al pueblo y vio la desolación: doscientas personas habían muerto en el pueblo y las que quedaban huían despavoridas. Lleno de ira, echó a correr por el camino en busca de la Muerte (que camina despacio). Y, cuando la alcanzó, le gritó: -¡Muerte vil! Me engañaste, dijiste que ibas a matar a veinte personas.
La Muerte le contestó tranquilamente: -No te mentí. Yo sólo maté a veinte personas de peste; las restantes murieron de pánico.
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Las caras de algunas personas con las cuales me cruzo estos días me indican que están presas de pánico. Son perfectos súbditos moldeables.