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Investigación en Ciencias Sociales y Humanidades

Tratamientos contra el coronavirus: ¿ser o no ser?

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Recogemos aquí tres testimonios discrepantes de cómo la estrategia para enfrentar el coronavirus está sujeta a debate y es objeto de juicios contradictorios.

Lo grave es que el accionar de los Gobiernos implica la adopción coercitiva de instrumentos susceptibles de estar equivocados, como se deduce de las opiniones contrapuestas de los especialistas.

En SAICSHU no nos corresponde la indagación médica, que resulta ajena a nuestro propósito, pero sí podemos observar esas contradicciones y las políticas adoptadas por los diversos gobiernos, algunas de ellas manifiestamente desafiantes a un régimen de libertades.

Así, la irlandesa Dolores Cahill, de brillantísima trayectoria académica y científica en el mundo de la inmunología y de la biología molecular, en una reciente entrevista, pone bajo sospecha la imposición de la mascarilla y del confinamiento, y revela la falta de fundamento científico de muchas políticas observadas por gobiernos de muchos países, incluido el distanciamiento social; al tiempo que, llamativamente, recomienda la hidroxicloroquina como el tratamiento más eficaz.

Por contraste, un estudio sobre la cloroquina y su derivado, la hidroxicloroquina, basado en la observación de 96.000 pacientes en 671 hospitales, revela que esos fármacos no proporcionan ningún beneficio a infectados hospitalizados, y que pueden aumentar el riesgo de problemas cardíacos serios y provocar un mayor riesgo de muerte. No obstante, y aunque estadísticamente los resultados sean válidos, los médicos no aseguran que los peores resultados vistos en pacientes que tomaban cloroquina o su derivado se deban a esos fármacos y no a otro factor que se les haya podido escapar.

Finalmente, Didier Raoult, un destacado virólogo francés, asesor del Gobierno francés considerado como el gran apóstol de la cloroquina, considera un error el confinamiento total,  y recomienda seguir el ejemplo de Corea; es decir, «multiplicar las pruebas, tratar a los afectados y aislar solo a las personas que den positivo». “Estamos en el siglo XXI. Lo que se debe hacer con las enfermedades infecciosas es detectarlas, confinar a las personas que son contagiosas y reducir el tiempo durante el que lo son”.

El debate está en marcha, y, puesto que hay tanto en juego, hace falta que los científicos se ejerciten en la humildad y consideren que sus conclusiones -parciales, por la simple razón de que vivimos en plena crisis del coronavirus- son falibles. La ciencia nunca debe adoctrinar, sino investigar y proponer explicaciones racionales. Con mayor motivo, los gobiernos deben rehuir la instrumentalización de la enfermedad con fines partidistas y adoptar líneas de actuación flexibles, coherentes y fáciles de observar.

Las pantomimas que a los españoles ha brindado la gestión de la crisis por el actual Gobierno, sumido en el caos, en casuísticas interminables y en perpetuas contradicciones, constituyen un ejemplo apodíctico de lo que hay que evitar.

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