Nuestro colaborador Joel Ortega acaba de publicar esto en Siempre, núm. 3487, pp. 30-31, donde realiza una crítica severa a la gestión de la pandemia del coronavirus por el Gobierno de López Obrador.
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Luis Eduardo Aute se va del planeta en el momento en que estamos encerrados en la cueva pos milenaria, nos deja un inmenso legado en su obra pictórica, su música, su poesía, su crónica urbana, todo con la mirada rebelde libertaria, como lo escribió y cantó en La Belleza: “Y me hablaron de futuros fraternales, solidarios, donde todo lo falsario acabaría en el pilón. Y ahora que se cae el muro ya no somos tan iguales, tanto vendes, tanto vales, ¡viva la revolución!” Cuando estamos ante un inesperado, desconocido, invisible virus, es muy interesante leer lo que nos dice Leonardo Padura: “Las consecuencias económicas de esta distopía real ya son incalculables, como incalculable es la duración de la pandemia y los efectos que dejará en las sociedades y en nosotros, los individuos. Añade: “Estamos viendo -y veremos más, muchos más puestos de trabajo que desaparecen, justificando de modo perfecto la realidad de que cada vez son más los habitantes del planeta laboralmente prescindibles, obsoletos”.
Es una pesadilla. En México estamos ante una grotesca conducta del presidente. El patético dinosaurio de Palacio pronuncia un “discurso” en un patio desolado, solamente lo acompaña su escolta militar, no obstante termina vitoreando a México. Perdió la oportunidad de dar un viraje y plantear reformas ante la crisis. Como lo han hecho casi todos los gobiernos del mundo, incluido su amigo Donald Trump. Un desquiciado capitán que conduce el barco, en el que vamos todos, al naufragio. Perdió todo contacto con la realidad y vive ensimismado en su delirio repitiendo: … vamos requetebien, el Coronavirus nos cayó como anillo al dedo. Sus secuaces están genialmente retratados por Aute: “Míralos, como reptiles, al acecho de la presa, negociando en cada mesa maquillajes de ocasión; siguen todos los raíles que conduzcan a la cumbre, locos por que los deslumbre su parásita ambición… “Antes iban de profetas y ahora el éxito es su meta; mercaderes, traficantes, más que náusea dan tristeza, no rozaron ni un instante la belleza…”.
Ninguno de sus cortesanos es capaz de cuestionarlo, cambiaron de chaqueta: “Y ahora que se cae el muro ya no somos tan iguales, tanto vendes, tanto vales, ¡viva la revolución!” El asunto de esa esquizofrenia de antiguos “revolucionarios comunistas y socialistas” sería anecdótico, si no se tratase de una complicidad con una ruta que nos conduce al abismo. Sí, prácticamente el sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador está terminando en una crisis de dimensiones incalculables y su arrogancia le impidió admitir que había otro camino para superar la crisis de salud y simultáneamente adoptar una política económica para ir a la raíz de la problemática social, que produce gran desigualdad y pobreza, el panorama es la debacle.
Decreta demagógicamente la muerte del neoliberalismo y al mismo tiempo aplica de manera dogmática sus lineamientos centrales como el equilibrio financiero, la no reforma fiscal e incluso la tesis neo liberal por definición “los problemas del mercado se resuelven en el propio mercado”, como lo ha dicho el mismo presidente. No hacer la menor variación en su política de subsidios como fórmula única para reducir la pobreza, sin tener a la vista una política de inversión para generar empleos con salarios dignos e insistir, en su lugar, en actos “espectaculares” de escasa incidencia en el cambio de una política de combate real a la corrupción, como lo es “quitar” el aguinaldo a partir de los subdirectores, sin soslayar la inexplicable desaparición de los Fideicomisos, medidas tan absurdas como la “venta del avión” y no se diga su falsa “rifa”.
Seguir por esa ruta es caminar hacia el despeñadero. Todas esas verdaderas pantomimas, sin plantearse la más mínima corrección del modelo neo liberal, indican una actitud de soberbia, extraordinariamente dañina para la conducción de una jefatura de Estado. Plantear una falsa disyuntiva: combatir la pandemia mediante acciones drásticas, como el cierre de todo tipo de actividades o preservar los pequeños negocios y, por supuesto, las actividades de grandes empresas, conduce a calificar de manera aberrante a: los que acatan el “quédate en casa” son los “transformadores” y los conservadores “golpistas” son los falsos redentores de los pobres. Es o debiese ser posible realizar una política de lucha contra la pandemia, que incluye la “cuarentena” y al mismo tiempo realizar acciones de Estado para proteger al empleo, los salarios y a la propia empresa de cualquier tipo, mediante un viraje que privilegie el gasto o inversión productiva, como lo están haciendo con diversos modelos en Europa y Estados Unidos.
También se han realizado cambios de política económica en muchos países de Iberoamérica. Por eso resulta tan insólito un “discurso” de auto elogio como el pronunciado por el presidente en Palacio, el domingo 5 de abril. Ni los enemigos más extremos de la Cuarta Transformación imaginaron una actitud tan cercana a la política del avestruz, como la que estamos sufriendo. En el plano mundial, Padura advierte que la pandemia del Coronavirus ”tampoco (en) su resultado será muy democrática si, como mejor remedio, todos terminan empleando los métodos chinos de vigilancia y control de los individuos, acompañados con el despojo de la esfera privada, pero al parecer eficaces para detener la propagación de enfermedades del cuerpo”.
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16 abril, 2020 en 5:34 am
En México cambió todo para volver a las mismas: https://www.eluniversal.com.mx/nacion/amlo-mexico-tiene-una-presidencia-imperial-advierte-financial-times-ve-venir-una-tragedia?fbclid=IwAR1oE_TvKanFbfuejgmJi2rIOtihKmv_Po9wL0a64-UuBLOkfTkaitmKDh8