Desde su refugio forzado en el hogar, muchos de nuestros conciudadanos parecen pensar, aunque no lo hagan explícito, que la crisis del coronavirus se irá con la misma facilidad y rapidez que vino, mientras entretienen su tiempo analgésicamente en devorar series televisivas o en intercambiar chistes por WhatsApp. No se les ocurriría pensar que cuando el líquido se derrama de su botella es fácil volverlo a meter, pero sí están instintivamente convencidos de que esta crisis sanitaria pasará pronto, de que el Gobierno -o quien sea- arreglará lo que se ha estropeado, de que esto es cosa de unos días y que luego todo volverá a la normalidad de manera indolora (al menos indolora para quienes no han sufrido la muerte o la enfermedad grave de alguien próximo).