Dicen que no hay peor ciego que aquel que no quiere ver. Por eso hay que aprender de los propios errores, y por eso es deseable que el Gobierno de España actúe en consonancia con las promesas de su presidente y, llegado el momento, lleve a cabo una revisión crítica de sus recientes actuaciones ante la pandemia del coronavirus: lo que se hizo bien, lo que se hizo mal, lo que podría haberse hecho mejor.
Admitido de modo unánime el pecado original del temerario apoyo a las manifestaciones del 8 de marzo, saltan a la vista muchos de los problemas que afronta el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social para coordinar las acciones que deban acometerse en cada una de las autonomías del Estado. Explicaciones hay obvias y no parece el caso de detenerse en su análisis.
En cambio, se habla poco del Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Coordinación, que, con carácter general, ha manejado con torpeza extrema la atención que requerían aquellos compatriotas atrapados en otros países cuando la crisis del coronavirus nos sorprendió a todos por su repentina y extrema virulencia.
Quienes hemos vivido tiempo fuera de España hemos experimentado en nuestras carnes la desidia y la incompetencia de algunos consulados: bastaría traer a colación los casos de corrupción observados en Dakar cuando cientos de senegaleses buscaban desesperadamente medios para ingresar a España, huyendo de la miseria. Saben perfectamente quienes pisaron entonces el terreno que la expedición clandestina de visados por funcionarios corruptos no constituyó precisamente un fenómeno aislado.
Quienes vivíamos en Ecuador cuando el terremoto de 2016 nos sentimos desprotegidos e ignorados por el personal del consulado, que nunca se puso en contacto con nosotros para orientarnos, brindarnos asistencia o ponerse a nuestra disposición.
Estos días se produjo un penoso suceso en Guayaquil, cuando se impidió el aterrizaje de un avión fletado por nuestro Gobierno para recoger a ciudadanos españoles varados en Ecuador. Que se sepa, nuestros representantes consulares no mostraron particular sensibilidad para atender a esas personas, que vivieron una atroz pesadilla. Entre ellas había más de cuarenta miembros de la Asociación Española de Sanitarios en Ecuador, que se habían desplazado a este país para una campaña humanitaria.
Y no ha sido un caso aislado. Pregunten, si no, a los más de doscientos españoles retenidos en Filipinas que, desde que se decretara la pandemia de coronavirus, trataron de regresar a sus hogares sin éxito, y sin que nuestra representación diplomática les brindara ninguna ayuda.
En Argentina, la única recomendación que recibieron del consulado las personas que se vieron afectadas por las restricciones de vuelos fue que abandonaran el país cuanto antes.
En Delhi, compatriotas nuestros sufrieron incluso agresiones. Una de esas viajeras refiere que, “tras días de muchos intentos”, la respuesta de la embajada llegó el sábado, 21 de marzo. El correo electrónico de la legación diplomática decía: “Sentimos mucho la situación. La embajada está haciendo todo lo posible para ayudar a los españoles. Registramos sus datos y adjuntamos información de utilidad”. Satisfecha la rutina burocrática, el consulado español en esa ciudad debió de mirar en otra dirección.
Al día de hoy, hasta un centenar de españoles siguen en la capital tailandesa sin encontrar una solución en la embajada, y con la única perspectiva de afincarse en el aeropuerto.
Y, entretanto, la ministra de Exteriores, Arancha González Laya, pidió ayer “paciencia y colaboración”. Y se queda tan tranquila.
No sería mala idea que el Ministerio de Exteriores empezara a tomar conciencia de que la representación diplomática no es un chollo para conocer mundo, disfrutar de salarios de fábula y de montones de privilegios, con el solo compromiso de hacer el paripé de vez en cuando con solemnes declaraciones en la línea de que España sigue siendo el aliado natural de Hispanoamérica o el interlocutor más fiable con el mundo árabe, como en tiempos del difunto don Francisco.
Y tampoco estaría del todo mal que esas adormecidas legaciones diplomáticas movieran de vez en cuando algún dedito para exigir el cumplimiento de los Convenios Bilaterales y Multilaterales de Seguridad Social suscritos entre España y diversos países, con la modesta finalidad de que se vean reconocidos en un tiempo razonable los derechos laborales de los españoles que, expulsados por la situación económica de su país, emigraron lejos, con sus familias, en busca de un empleo que les permitiera ganarse la vida.
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Algunas noticias sobre el abandono de nuestros patriotas en el extranjero:
25 marzo, 2020 en 8:21 pm
https://www.abc.es/sociedad/abci-salvador-illa-sobre-casos-detectamos-tarde-noche-8-marzo-produjeron-8-o-10-dias-antes-hemos-dado-respuesta-conforme-tuvimos-informacion-202003251421_noticia.html
25 marzo, 2020 en 11:59 pm
Los atrapados en Perú denuncian el desamparo de nuestros representantes diplomáticos: https://www.lavanguardia.com/internacional/20200325/4896217704/espanoles-atrapados-peru-denuncian-desamparo-coronavirus.html