Un interesante artículo de César Cervera, publicado en ABC el 9 de marzo, muestra que desde principios del pasado siglo hubo algunos intentos de restringir lo que un día nació como un halago hacia la belleza femenina y, con el tiempo, se revistió de grosería.
«Primo de Rivera [al frente de la Dictadura entre 1923 y 1930] endureció las penas e incluyó en la lista de castigos aquellos actos que atentasen contra la moralidad. Dentro del apartado que castigaba las «faltas contra la moralidad pública» aparecía en el artículo 819 el siguiente texto:
«El que, aún con propósito de galantería, se dirigiese a una mujer con gestos, ademanes o frases groseras o chabacanas, o la asedie con insistencia molesta de palabra o por escrito, será castigado con la pena de arresto de cinco a veinte días o multa de 50 a 500 pesetas».