El pasado 18 de febrero recogimos en el blog un texto –Manuel Ferrer: Xenofobia en universidades ecuatorianas– que replicaba a las expresiones xenófobas de un docente de la Universidad Estatal Península de Santa Elena. El autor del escrito objeto de nuestra réplica trataba tal vez de recabar así el apoyo de un sector de la población de la provincia de Santa Elena que le permitiera reforzar la base electoral con que sustentar una carrera política hasta ahora tan poco exitosa como la académica.
Si ese aprendiz de brujo reclamaba, sin expresarlo con palabras, un “Ecuador para los ecuatorianos”, no son pocas las voces que, ante la crisis económica y social que atraviesan casi todos los Estados de la región, propugnan con creciente algarabía y mayor dosis de ignorancia una “Latinoamérica para los latinoamericanos”.
Esa consigna, inspirada en el orgulloso rechazo de una región que no se resigna a ser el patio trasero de los Estados Unidos, ha sido manipulada de modo extravagante para proteger intereses de grupo que se dicen nacionales de una competencia con el exterior que revelaría sus carencias y dejaría al desnudo sus miserias. Lo mismo ocurre en otras partes del mundo, donde los nacionalismos reaccionarios han rebrotado con una intensidad tal que recuerda el oscuro período de Entreguerras: florecieron entonces ideologías tan profundamente nacionalistas como el nazismo alemán o el fascismo italiano, desencadenantes del mayor conflicto bélico de la historia.
El artículo que hoy les presentamos plantea con altura de miras la aspiración de que los latinoamericanos sean protagonistas de su historia, y no actores secundarios.
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“En un momento de dificultades económicas [para Latinoamérica], ver llegar dólares frescos provenientes de Pekín, ha sido percibido como una salvación a corto plazo. Pero conforme se afianza la influencia de China en la región, cabe preguntarse si convertirse en el patio trasero de Pekín, después de haber sido el de Washington, es una buena idea, o si no sería mejor que los latinoamericanos tomen su destino en sus propias manos para defender la mayor conquista de la región en los últimos cuarenta años: la democracia”.