Fieles a la tradición de estas páginas, respetuosas siempre con la libertad de expresión y con puntos de vista que se configuran como objeto de controversia y fuentes de debates, recogemos este artículo, sumamente crítico con la actual deriva política del Ecuador. Agradeceremos cuantos comentarios y réplicas quieran hacernos llegar nuestros lectores, de paso que les invitamos a la prudencia y al respeto frente a opiniones que puedan no compartir, desde el convencimiento de que, en política, hay adversarios, no enemigos.
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La descorreización del Ecuador marcha a todo vapor. Después de la “avalancha” de los salvajes, la Plaza Grande permanece solitaria, solo custodiada por gendarmes, como en los mejores tiempos del paraíso neoliberal. Es el retorno al orden, perdido durante diez años de correísmo. Pero, eso es solo para impedir que la chusma destruya las florecitas de la Plaza. Lo mejor está en otra parte. De hecho, la inteligencia y la erudición han sido sustituidas por la crasa ignorancia y por los chistes baratos en escenarios internacionales que en su momento admiraron la inteligencia y el buen gusto. La incompetencia y la mediocridad, que han hecho suyo el lema “El país me importa un bledo”, han reemplazado a la autoridad y el carisma.
Hemos retornado al paraíso neoliberal en el cual las gentes transitábamos por la calles llenas de baches y de polvo, con el rostro compungido, sin alegría, sin esperanza. Llenos de vergüenza, de esa vergüenza ajena que sentíamos frente a la tragedia provocada por las muñecas de trapo lanzadas al “populacho” por una alcaldesa desde su balcón. Llenos de vergüenza e indignación cuando estupefactos mirábamos en la pantalla de TV cómo un grotesco personaje que terminó siendo presidente por obra y gracia de sus dotes histriónicas, arrastraba los costales de plata que necesitaría en su autoexilio. Hemos retornado al país de la vergüenza donde otro personaje huye desesperado de la furia del “populacho”, tropezando al pie de un helicóptero.
Sí, el proceso de descorreización del Ecuador camina a todo vapor. De hecho, estamos retornando a pasos agigantados al país sin esperanza, al país de la vergüenza, al país que ya no tiene nada que mostrar, nada bueno que proyectar. Un país en el cual la envidia, el rencor, la venganza se han convertido en el pan de cada día. Hemos retornado a los viejos tiempos en que éramos gobernados por triunviratos, militares ciertamente, pero ahora parece que lo somos por triunviratos, cuartetos o quintetos, no sé, formados por rabiosos anticorreistas. Parece que el Presidente, al fin, se percató de su incompetencia y decidió delegar las más altas funciones del Ejecutivo en las manos, entre otras, de un personaje con estirpe de torero y de otro con vocación de charlatán.
Hemos retornado al paraíso neoliberal para ver a los tiempos el rostro compungido de ciertos dirigentes sindicales anticorreístas, aprovechando la oportunidad de salir en TV a desempolvar las viejas consignas, ya olvidadas: no a las privatizaciones, alza de sueldos y salarios, no a los despidos intempestivos. Los muertos salen de sus tumbas “con un saludo fraterno y revolucionario”.
Hemos retornado al paraíso neoliberal en el cual un personaje histriónico que funge de presidente hace gala de un machismo trasnochado que nos avergüenza; un país en el cual los líderes de siempre, léase Nebot, Viteri, Lasso, se desgañitan en las tribunas pidiendo armas para detener la avalancha del populacho –por supuesto, con el debido respeto a las leyes ecuatorianas, no faltaba más-. Hemos vuelto a la tierra de nadie, donde los dueños de la patria, en su alocada carrera a la Presidencia (pobrecitos, jamás llegarán a ella) atropellan todo, vician todo lo que topan. Desde las pantallas nos humillan, nos insultan.
A eso hemos llegado: los antiguos izquierdistas y revolucionarios, aquellos que se llenan la boca hablando de democracia y derechos humanos mientras matan impunemente, persiguen y toman presos a ciudadanos inocentes por el solo delito de ser correístas, ahora son dueños del poder, un poder que les quedó demasiado grande para su pigmeas manos.
Así es cómo camina el proceso de descorreización del Ecuador. ¿Y el empleo? ¿Y las 300.000 casas? Bien, gracias, ¿y usted?