Cualquier profesor sabrá rápidamente de lo que hablamos si nos referimos a la burocratización del trabajo del docente. Actas y actas sobre cualquiera de los aspectos de su trabajo, de las reuniones de ciclo a los encuentros con los padres, memorias de evaluación, autoevaluación, unidades didácticas, reuniones de orientación educativa, informes individualizados para cada alumno, programas de diversidad, más evaluaciones y otros papeleos ocasionados por la falta de personal administrativo que obligan al profesor a pasar gran parte de su tiempo –hasta el 25% en algunos casos como sugiere un artículo de La Nueva España– rellenando papeles. Se trata de una labor que empieza justificándose por la obligada rendición de cuentas del trabajador y que termina imposibilitando que este dedique su tiempo a asuntos más productivos como la investigación y la preparación de las clases.
“En España existe una tendencia a crear sistemas de control que han demostrado servir para poco y que han generado un incremento notorio del trabajo burocrático de los profesores”, se lamentaba en la revista ANPE Javier Carrascal, secretario estatal de organización de dicho sindicato de enseñanza. “El incremento de las tareas burocráticas y administrativas para los equipos directivos y los docentesno ha supuesto una mejora de la calidad de la enseñanza ni de los resultados de nuestro sistema educativo”, concluía. Es una queja común, y de ella también se hacía eco la profesora Luisa Juanatey en Qué pasó con la enseñanza. Elogio del profesor (Pasos Perdidos).
Los académicos se pasan cada vez menos tiempo pensando, leyendo y escribiendo y más tiempo rellenando formularios
La situación es aún peor si nos fijamos en el ámbito universitario, en el que, en pos de apuntalar una supuesta meritocracia, el control de los profesores se ha traducido en una desmedida cantidad de trabajo burocrático forzado por la supervisión de organizaciones como ANECA. “Existe una creciente desconfianza en el personal docente investigador, y de hecho también en el administrativo y de servicios, que conlleva un control permanente de todos ellos, la continua realización de informes y actas, y la obligatoriedad de seguir unos procedimientos largos, costosos y en la mayoría de casos inútiles”, explicaba en una columna publicada en El País Ricardo Chiva Gómez, catedrático de Organización de Empresas en la Universitat Jaume I.