En este artículo se ponen de manifiesto clamorosas evidencias de los gravísimos errores que se cometen en los procesos de selección en la universidad española, en parte asociados al desprecio de las tareas investigadoras, marginadas en beneficio de la docencia. En palabras de tres jóvenes investigadores entrevistados, la universidad debe «replantearse si quiere ser una enseñanza superior tipo instituto o si de verdad quiere contar con especialistas a la vanguardia que transmitan sus conocimientos y avances a los alumnos».
Particularmente grave resulta la situación de “aquéllos que se desvincularon en cierto momento de la institución para cursar sus doctorados o postdoctorados en otros lugares, dentro o fuera de España. ‘Cuando sales, tienes un billete de ida, pero no de vuelta’, afirma Tagua. Algo que corrobora Ayra, que insiste en que es muy difícil tomar la decisión de realizar una investigación postdoctoral en una institución externa porque una vez vuelves ‘no valoran que hayas publicado, ni que tengas idiomas, ni siquiera que hayas estado un tiempo trabajando en un centro extranjero supercompetitivo’». Un caso extremo y lacerante es el de “una investigadora que trabajó varios años en Harvard y ahora no es capaz de conseguir plaza en la Universidad de La Laguna”.
«‘Todo se resume en endogamia’, afirma categóricamente Jessen Ayra. Una realidad con la que también comulgan sus compañeros de debate. ‘Las plazas están prácticamente dadas a dedo’, prosigue Ayra, que considera que ‘el que está preparado, con ganas, es nuevo y está a la vanguardia, se queda fuera’, por no haber pertenecido a la universidad durante un tiempo o por no tener un padrino dentro de la misma”.
La conclusión es, ciertamente, desmoralizadora. Los jóvenes que, a raíz de la crisis, se incorporaron a universidades de otros países, donde han desarrollado en muchos casos prometedoras trayectorias académicas, deben saber que sus intentos de reingresar en el entramado universitario español están condenados al fracaso. Habría que recordarles aquellas palabras grabadas en las puertas del infierno de Dante: Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate.
No se priven de leer el texto íntegro del artículo de V. Pavés, publicado en un diario tinerfeño, que debería abrir los ojos de los responsables de esos demenciales procesos de selección. Lamentablemente, no hay peor ciego que aquél que no quiere ver.