Todas las personas deberían tener la libertad de aprender y el conocimiento debería ser difundido de la forma más amplia posible. A nadie se le ocurriría decir que está en desacuerdo con estas afirmaciones. Sin embargo, los gobiernos y las universidades han permitido que las grandes editoriales académicas nieguen esos derechos. Tal vez la edición académica parezca un asunto oscuro y antiguo, pero su modelo de negocio está entre los más despiadados y rentables de todos.
El famoso timador Robert Maxwell fue uno de sus pioneros. Cuando vio que los científicos necesitaban estar informados sobre todos los desarrollos significativos que se dieran en su campo, entendió que las revistas que publicaban los artículos académicos con esos avances podían volverse monopólicas, cobrando tarifas exorbitantes por la transmisión del conocimiento. A su hallazgo lo llamó la «máquina de financiación perpetua».
Maxwell también se dio cuenta que podía apropiarse del trabajo y los recursos de otras personas a cambio de nada. Los gobiernos financiaban la investigación que Pergamon, su compañía, publicaba; y los científicos escribían, revisaban y editaban las revistas sin cobrar. Su modelo de negocio se basaba en poner una barrera a los recursos públicos y de todos. O para usar el término técnico, un robo a plena luz del día.
Cuando sus otros emprendimientos empezaron a tener problemas, Maxwell vendió Pergamon al gigante editorial holandés Elsevier. Como todos sus grandes rivales, Elsevier ha mantenido hasta la fecha el modelo de negocio, con beneficios que siguen siendo espectaculares.
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Aunque las revistas de acceso abierto han crecido mucho, los investigadores siguen necesitando los artículos de pago de las revistas comerciales. A muchos no les queda otra alternativa que publicar sus investigaciones con estas empresas porque las personas que financian, recompensan o promocionan su trabajo los evalúan por el alcance de las revistas en las que se leen sus papers. Toda una estafa sobre la que ningún ministro de Ciencia ha dicho una sola palabra.
19 enero, 2019 en 6:36 pm
Gracias por el artículo. Sobre su última afirmación, quiza necesite una mejor investigación. Por ejemplo, en Alemania, las Universidades han biocoteado el monopilio de Elsevier, no pagando los derechos de uso de la revista. Si bien esto ha limitado el acceso, ha generado un debate sobro lo perverso de este sistema.
21 enero, 2019 en 1:13 am
Totalmente de acuerdo. En el caso del gobierno ecuatoriano, este apoya el monopolio de Elsiever, dándole prominencia a las publicaciones de revistas indexadas en estas bases de datos. Ejemplo Scopus. Nuestra ignorancia y la de nuestros gobernantes permite que esta situación continúe. Felicito la iniciativa de reflexionar sobre temas tan importantes y profundos.
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