Admirable la capacidad de Podemos para desarticular los mecanismos de protección de los aprovechados beneficiarios del sistema. Pero menos fiable la solidez de sus propuestas: demasiados quiebros de cintura en tan poco tiempo.
Su exposición a los medios ha desvelado algunos chanchullos que no honran a algunos de sus dirigentes.
Su obsesión con la Iglesia católica sitúa a este movimiento en continuidad con la tradición anticlerical de las izquierdas españolas del siglo XIX y de los años treinta del siglo pasado. Se trata de un discurso gastado e injusto por mil razones.
Confieso que mis simpatías iniciales han quedado arrumbadas, a la vista de esas incoherencias y del populismo de que Podemos ha hecho gala en estos últimos meses, visible en la adopción de posturas ambiguas, en su tibieza para condenar episódicos casos de corrupción en sus propias filas, o en palmarias contradicciones programáticas. Rechazo además el lenguaje del odio y del ajuste de cuentas. Y apuesto por estrategias a lo Mandela, que podrían hacer viables muchas de sus aspiraciones, que comparto, y que considero realizables desde una racionalidad política pacífica y reformista.
Por todo lo anterior coincido en buena parte con las críticas al populismo oportunista de Podemos contenidas en un reciente artículo de José Félix Tezanos en Temas para el debate, que deseo compartir con ustedes:
http://www.fundacionsistema.com/media/public/doc/El%20Pulso_T242-243.pdf
Me gustó mucho también esta entrevista de Actualidad Económica a Pablo Iglesias:
http://www.expansion.com/multimedia/videos.html?media=LVuYBQxd04Q&cid=SIN8901
13 enero, 2015 en 11:04 pm
Manuel, ¿estás seguro que Podemos tiene el clásico discurso anticlerical decimonónico? Porque yo no me puedo quitar de la cabeza la imagen de de sus diputados europeos aplaudiendo de pie y a rabiar al Papa en el Parlamento Europeo…
http://politica.elpais.com/politica/2014/11/25/actualidad/1416923242_164247.html
13 enero, 2015 en 11:22 pm
Desde una perspectiva no confesional es perfectamente comprensible ese aplauso, que sería el mismo que se tributaría a cualquier otro líder moral: Dalai Lama, por ejemplo, sin que eso pudiera parecer decimonónico.
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